Luis Bacigalupo, El perro y la felicidad

Por Griseldagarcia



Luis Bacigalupo, El perro y la felicidad
       Si algunos hombres te tienen en gran estima, desconfía de ti mismo.   Epícteto
¿Has visto? Mi paso por ese teatrito fue breve,recogí algunos aplausos y partí al ágora con la serenafelicidad de un lagarto al sol. Allí se hablaba de todo,pero en esencia, se hablaba de nada.Los cínicos ladrabanmientras unos hipócritas que andaban por ahídecían esto y lo otro,en este orden y el inverso.Eran besados por delante y por detrás, pero más por detrás que por delante.Como correspondía, a mi turno hice lo propio,ladré, lo que significó que me diesen la palabra.De inmediato experimenté la ferviente felicidadde una cacatúa.No obstante hablé lo justo y necesariopara cosechar la piedad de un rebaño afín.Sus balidos revalidaron mis virtudesde un decoro menor al de mis vicios.Nunca fui un Diógenes de Sínopeni jamás aspiré a serlo.
Mi paso por allí duró, sin embargo, lo que el sueñode una mariposa. Curiosamente, luego me convertí en gusano.¿Pero quién no se ha convertido en gusano alguna vez?
¿Estiércol?Allí me hospedo de un tiempo a esta parte.Hay una puerta de entrada y otra de salida.Es la simplicidad pálida de un menester menesteroso.Una ventana allí sería una suntuosidad.
Cierto frío esmerilado se adhiere a la superficie de las cosas.El día, la noche, la lluvia, el sol componenel conjuro de un barroquismo necio: la vida.Quién sería capaz de afirmar lo contrariocuando lo contrario no admite afirmación.
En este estiércol donde he recitado a Blakepresa de visiones incandescentes, he acariciado por fin la gélida felicidad del alacrán.Por otra parte,no hay trámite más engorroso que la vidapara obtener un certificado de defunción.Qué más se puede pedir.¿Amor? ¿Fe? ¿Porvenir?
Mejor reír o hacer silencio
a perseguir esa presa absurda.Luis Bacigalupo (Buenos Aires, 1958). Inédito.