Luis cernuda

Publicado el 04 noviembre 2013 por Anarod
Un alumno aventajado del Máster, Serfio Fernández, me recordó que, en breve, se cumpliría el 44 aniversario de la muerte de Ignacio Aldecoa, autor sobre el que él trabaja.
¡Ay! repleta como estoy de "aniversarios" varios y entusiasta de un célebre libro de Vila-Matas contra los números redondos...
Pero es lo cierto que fui a Valladolid, a presentar el libro que edité con textos inéditos o no recogidos en los tomos correspondientes de la Obra Completa de Rosa Chacel.

En ese libro, hay un extenso estudio sobre Luis Cernuda, con quien Rosa matuvo una gran amistad.
Mi consternación ayer domingo, ante las noticias televisivas, fue leer en esos rótulos inferiores, que tabién se cumplía el 50 Aniversario de la muerte del poeta, "que murió en el olvido" (aseguraban).
Fue una provocación o un reclamo. Fue algo imperativo, en cualquier caso.
Até cabos.
Improviso ahora esta entrada urgente, al amparo de dos voces amigas.
Para mí, indiscutibles.

Así empiezaRosa Chacel a hablar del libro que el pintor Gregorio Prieto dedicó a Luis Cernuda.
  
Es mucho, muchísimo lo que podría decir de este libro, o más bien de este fenómeno, Luis Cernuda a través de Gregorio Prieto. Pero no me dilataré demasiado por dos razones, primera por no aburrir a ustedes y segunda porque coincido con Luis en valorar el silencio como única expresión de lo verdaderamente grave. En este libro, osea en la presencia de estas dos criaturas fraternas en el tiempo, patricias, egregias en el paisanaje se hace patente lo más grave y sustancial para mí: sencillamente, nuestras vidas… Nuestras, recalco, porque eso es lo que he querido decir con los términos fraternas y patricias. Este tiempo nuestro tiene poderes insólitos en la historia: tal vez el poder más poderoso que existe. Poder no impuesto por el poderoso, sino emanado en tal forma que aquellos sobre los cuales él lo ejerce se arrogan la gloria fatal e incangeable de pertenecerle. La singularidad de este hecho ya se iniciaba en el pasado siglo ‒quede señalada de antemano mi escasa erudición histórica‒,se iniciaba de modo terminante y podría decir entusiasta en Baudelaire a lo largo de su implacable exégesis del arte nuevo. Con el lema L’ART NOUVEAU sigue durante años los avatares del mundo artístico y se dilata en exponer ‒y en su fuero interno imponer‒ el sentido del arte nuevo o más bien de lo nuevo en el arte; pero su búsqueda de lo nuevo no tratade ser un alivio para su insoportable spleen ‒también efecto precursor de la facilidad práctica de la vida que se empezaba‒. Su larga exposición teórica pretende la misma exigencia que rige la fabricación de los coches de un año para otro. No es novedad de carrocería, sino incorporación de las nuevas piezas dinámicas para la visión. Perdón por estos largos párrafos que pueden parecer un inciso o una invitación a andar por las ramas, pero no es esa su finalidad. Me he remontado un poco al siglo pasado, en gran parte ‒debo confesarlo‒ porque los dos años que conservo de él me hacen tenerle presente con frecuencia y además porque creo muy sustancioso continuar nuestro tejido o tapiz sobre la firme trama dejada por los grandes del tiempo atrás. En nuestro tiempo saturnal ‒admítase la redundancia‒ ya llevamos vencida la embriaguez del modernismo y su consabida resaca, la abstracción. Ahora, la singularidad de nuestro tiempo consiste en un colosal entendimiento que no es lo que se llama y pertinazmente se propugna, comprensión. En la idea de comprensión se involucra la de aceptación y no es eso lo que quiero señalar porque no es eso el hecho patente: con comprensión o sin ella, con franca oposición o aversión hoy se entiende todo… Bien sé que esta afirmación puede resultar chocante porque lo frecuente es el lamento, ¡Qué falta de comprensión!…, ante cualquier desavenencia. Yo trato de diferenciar estas dos palabras, entender y comprender, dejando la primera en su mero ámbito de información, que es en el que circulamos, ajenos al asombro ante cualquier extravagancia. También puede parecer raro que al tratar de una obra de arte deseche el segundo término, más exhaustivo, pero es que trato de suscitar sobre la obra, su tema y su autor, la intelección ambiciosa de su mundo, de sus circunstancias en el transcurso de lo que llamé nuestras vidas, pues sólo incluyendo la mía entre lo circunstante de las suyas puedo recalcar nuestra fraternidad temporal.