Cuatrocientos cincuenta veranos hace hoy que nació en Córdoba una de las grandes luces del Siglo de Oro español, ese Siglo XVI que fue Imperio y Decadencia y que marcó para siempre el destino de España, Europa y el mundo. A escasos metros de donde vivió Don Luis de Góngora y Argote y de donde fue inqulino de su archienemigo (se desconoce si fue por ser cristiano nuevo o por no pagar el alquiler) me encuentro, en la noche oscura y naranja del Barrio de las Letras madrileño, donde nacieron todos esos textos famosos, rindiendo homenaje al poeta culterano, pedante, clásico. Píndaro de la modernidad, y genio que lo fue menos frente a Lope, Calderón o Quevedo. Y por ellos, muchas veces humillado y hecho antipático al español medio y hasta al culto.Pero fue este cordobés de origen quizá judío, el hombre a una nariz pegado, un hombre de letras en Salamanca y canónigo religioso, amonestado por sus constantes charlas distractorias y su manía de ir más a la taberna que al coro de la iglesia. Su poesía, elevada y compleja, música y barroca, heredera de los clásicos griegos y latinos, se desconoce por su complejidad y fue objeto de estudio exegético cuando recién impresa.Un tesoro que no podemos descuidar y que habríamos de leer con más frecuencia mientras el dinero se nos siga yendo por donde nunca llegó. Y sobre todo no dejar que éstas efemérides nos pasen por un lado, sin darnos tiempo a disfrutarlas, metidos como estamos en el turbillón de la existencia.
Servía en Orán al Rey
Servía en Orán al Rey Un español con dos lanzas, y con el alma y la vida a una gallarda africana, tan noble como hermosa, tan amante como amada, con quien estaba una noche cuando tocaron al arma. Trescientos Zenetes eran deste rebato la causa; que los rayos de la luna descubrieron las adargas; las adargas avisaron a las mudas atalayas las atalayas los fuegos los fuegos y las campanas; y ellas al enamorado, que en los brazos de su dama oyó el militar estruendo de las trompas y las cajas Espuelas de honor le pican y freno de amor le para; no salir es cobardía ingratitud es dejalla Del cuello pendiente ella, viéndole tomar la espada, con lágrimas y suspiros le dice aquestas palabras: "Salid al campo señor, bañen mis ojos la cama, que ella me será también, sin vos, campo de batalla "Vestíos y salid apriesa, que el general os aguarda; yo os hago a mucha sobra y vos a él mucha falta "Bien podéis salir desnudo, pues mi llanto no os ablanda; que tenéis de acero el pecho y no habeis menester armas Viendo el español brioso cuánto le detiene y habla, le dice así: "Mi señora tan dulce como enojada, porque con honra y amor yo me quede cumpla y vaya; vaya a los moros el cuerpo, y quede con vos el alma. "Concededme dueña mía, licencia para que salga al rebato en vuestro nombre, y en vuestro nombre combata
A los celos
¡Oh niebla del estado más sereno, furia infernal, serpiente mal nacida! ¡Oh ponzoñosa víbora escondida de verde prado en oloroso seno! ¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno, que en vaso de cristal quitas la vida! ¡Oh espada sobre mí de un pelo asida, de la amorosa espuela duro freno! ¡Oh celo, del favor verdugo eterno!, Vuélvete al lugar triste donde estabas, o al reino (si allá cabes) del espanto; mas no cabrás allá, que pues ha tanto que comes de ti mesmo y no te acabas, mayor debes de ser que el mismo infierno.
Inscripción para el sepulcro del Greco
Esta, en forma elegante, oh peregrino, de pórfido luciente dura llave, el pincel niega al mundo más süave que dio espíritu a leño, vida a lino. Su nombre, aún de mayor aliento dino que en los clarines de la Fama cabe, el campo ilustra de ese mármol grave; venérale, y prosigue tu camino. Yace el Griego. Heredó Naturaleza Arte, y el Arte, estudio; Iris, colores; Febo, luces —si no sombras, Morfeo.— Tanta urna, a pesar de su dureza, lágrimas beba y cuantos suda olores corteza funeral de árbol sabeo.