Luis García-Berlanga, nuestro humilde reconocimiento.

Publicado el 14 noviembre 2010 por Pabela

Ayer Sábado nos llegaba la triste noticia del fallecimiento del director y guionista valenciano de 89 años cuya salud hacía tiempo que ya venía flaqueando. Y si bien había ya dejado de lado su labor de realizador desde 1999 con su último trabajo París- Tombuctú, no deja de ser penoso la pérdida de alguien a quien se supo calificar de “caótico y libertario, desordenado y frenético”. Un artista que no sólo hizo un cine diferente sino que además supo crear historias narradas con preferencia a la farsa, el humor negro y una visión crítica y esperpéntica de la realidad sociocultural y política española. Un hombre que se describía a sí mismo :
“Al tercer día de nacer ya me estaba cagando en la sociedad española. Siempre he tenido la sensación de que no iba a tener nada positivo, y he intentado crearme válvulas de escape. La principal es el erotismo, una de las pocas cosas que me asciende desde el nivel del barro y de la mierda de esta sociedad que me ha tocado… Dice Piccoli que soy el Quijote. ¡Tendría que ser el marqués de Sade! Hasta la Guerra Civil yo era un solitario total, no tenía amigos. Tenía la fantasía estúpida de querer ser invisible. Luego llegó la contienda y tuve que salir de casa. En el 36 yo tenía 15 años. Y a los 13 ya sabía qué pasaba en España, porque mi padre era diputado republicano y mi abuelo había sido senador con Sagasta… Mi familia era una familia de políticos, y con ellos supe que la política era una cagada, como todo…”.
Polémico, irreverente, así se pintaba entero Berlanga dejando un hueco en la industria cinematográfica no solo de España sino del mundo entero. Una personalidad que ha convocado en su despedida, acompañada de imágenes de su vida y obra, a un sinfín de otras personalidades representantes del mundo de la cultura y de la política, desde la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, y el vicepresidente primero del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, a actores como Rosa María Sarda, Concha Velasco o José Sacristán y directores como Iciar Bollaín o el presidente de la Academia, Alex de la Iglesia. Este último fue el encargado de expresar un adiós significativo al que todos apoyaban con diversas loas:
"Berlanga y Buñuel son el alma del país, de un país sangriento y cruel, ingrato, que nunca aprenderá a amar a sus hijos lo suficiente y a devolverles con reconocimiento el valor incalculable de su aportación artística. Berlanga supo amar y odiar, reír y rodar con la fuerza asombrosa de un hombre libre pese a la dictadura, la intransigencia y la supuesta inteligencia de algunos".
Berlanga se encuentra en el Olimpo de los grandes, no sólo de este país sino del mundo entero. Nadie en la historia del cine ha llegado tan lejos en talento y tan cerca de nuestras almas malheridas. Buñuel es el único que puede mirarle frente a frente. No hay nadie tan grande como Berlanga".

Recordemos que Berlanga, quien entre dirección y guión ofreció más de una treintena de obras, debutó como director en 1951 con la película Esa pareja feliz, en la que colaboraba con Juan Antonio Bardem que contaba con Fernando Fernán Gomez, Elvira Quintillá y José luis Ozores. Se le considera uno de los renovadores del cine español de posguerra. Entre sus películas destacan títulos célebres de la historia del cine español, como El verdugo o Bienvenido, Mister Marshall. En 1986 recibió El Príncipe de Asturias y en el '93 el goya a mejor director por "Todos a la cárcel". Berlanga también filmó en Argentina La Boutique (1968) junto a Azcona , película infravalorada protagonizado por Sonia Bruno y a la cual clasificó como su "película maldita" asegurando orgullosamente que siempre había querido tener una.
Nuestro pequeño reconocimiento entonces a un realizador ícono de la cultura española que ha sabido definirse sólidamente y quien explicaba en una de sus tantas entrevistas:
“En el cine he querido contar lo que me ha salido. Lo que hay en mis películas es pesimismo, aunque he tenido la suerte de recubrirlo con un sainete cómico… Busco situaciones que no sean cotidianas, que sean disparatadas. Pero algunas se han dado. En la Guerra Civil fui a un palacio en el que había vivido un marqués que guardaba fotos en las que se le veía follando, y guardaba tarritos que almacenaban vello púbico. Los guardaba en tubos de aspirina, y yo saqué eso en La escopeta nacional. ¡Si lo hubiera hecho Duchamp imagínate lo que hubiera valido!”.

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