Luis Gordillo se inicia en un estructuralismo donde la secuencia se hace parodia o discurso sarcástico de la realidad, debido a la influencia del arte conceptual de los años 60 (con la fuerte presencia del pop art en su versión crítica). El mismo uso de la secuencia estructuralista la hará derivar en torno a los 90 hacia un sentido existencial mediante sus laberintos de evocación orgánica y biológica, en donde el artista se pregunta por el significado y el origen de la propia persona, confundida en un magma del que brota la vida.
La base lingüística del estructuralismo, que apunta al texto visual, está en la raíz de la obra de Luis Gordillo quien avanza, desde el planteamiento político y social (en donde cabe la ironía) de sus primeras obras hacia la búsqueda del origen del hombre, en una dimensión íntima y existencial.
Confesión general la exposición que ahora se muestra supone la cartografía progresiva de esa secuencia donde el lenguaje lo es todo, principio y fin de los laberintos de Luis Gordillo, vistos retrospectivamente como un organismo siempre vivo.