IV
El ave de la luz
al despertar asombra y se propaga
rompiendo galerías con su canto.
Qué reunión
del aire va a nacer,
a recobrar el hondo impulso
de la vida colmada en su drenaje.
Ves la huella a lo lejos,
retomas el trazado
de lo desnudo e invisible.
Y no es este calor
la oscura disciplina de la tarde;
es el peso en la mirada,
su alegría
de quietud, celebratorio
vuelo bajo el mundo.
Qué sueño no conoce
su equipaje,
qué semilla no ha brotado
si todavía siguen
los espejos del cielo y su temblor.
(Luis Llorente: Del fruto que arde, La Garúa, 2017).