Un vestigio demodée y varias comedietas
Antes de poner punto final a la década primera de la inmediata posguerra, Luis Peña inaugura el año 1947 con un significativo título. Estrenada en el teatro “Reina Victoria” el 7 de enero, y con apariencia de ser un chiste privado, Luis Peña actúa junto a su esposa Luchy Soto en “Jaimito se casa”, pieza original de Antonio y Manuel Paso en la que corrió a cargo del protagonismo su propia suegra, la desopilante Guadalupe Muñoz Sampedro. Transcurridos apenas tres meses de su enlace matrimonial, empezar el nuevo año con la representación de “Jaimito se casa” (que se calificaba en los programas de “contratiempo nupcial”) hace presentir la existencia de un especial sentido del humor en el hogar de los Peña-Soto-Muñoz Sampedro.
La aislada cumbre de “Surcos” o “¡Viva el cine valiente!”
Una buena parte de la existencia del film “Surcos” se debe al apoyo de José María García Escudero, quien fue nombrado Director General de Cinematografía (dependiente del recién creado Ministerio de Información y Turismo) en verano de 1951. Para entonces, la película ya estaba completa, pero no fue hasta ese momento que fue declarada “De Interés Nacional”. Distinción, muy ventajosa y lucrativa que fue, significativa y simultáneamente denegada a “Alba de América” (Juan de Orduña,1950), otorgada por José María García Escudero. Cuando, tras los obstinados recursos presentados por CIFESA, se terminó por conceder la misma categoría al acartonado film dedicado al descubrimiento del Nuevo Continente, en marzo de 1952, García Escudero ya se había visto obligado a dimitir. Para entonces, “Surcos” ya había cosechado inmejorables críticas, ya había sido presentada en el Festival de Cannes y ya había inaugurado una nueva vía, que no tendría continuidad, en el devenir del cine español.
Arranca “Surcos”, como otros clásicos del cine, con una sucesión de planos tomados con cámara subjetiva desde una locomotora en marcha, de las vías de un tren. Así el espectador se sitúa en el epicentro de la acción, adentrándose inadvertidamente en el punto de vista de los protagonistas, los Pérez, una familia de campesinos que llega a Madrid procedente del mundo rural. Les vemos descender del vagón de tren en la estación del Norte y enseguida tienen un primer tropiezo. Un mozo que conduce un carro de maletas increpa a la madre del clan (María Francés), a la que casi atropella por ir despistada. “Discúlpela, es que es de pueblo”, explica su hijo Pepe (Francisco Arenzana). A continuación, el grupo toma el metro, por indicación del hijo que ya conoce la ciudad, y se desplazan en ese medio hasta la estación metropolitana de Lavapiés. Están buscando la casa de su pariente, la Engracia. Pepe, que pasó la mili en la capital, tal como comenta su hermano Manolo (Ricardo Lucia) hace de guía porque además es quien tiene las señas. La primera impresión de Madrid desagrada a Manuel, el patriarca (José Prada) y, en cambio, gusta a la hija menor, Tonia (Marisa de Leza). La familia llega, tras preguntar a un guardia que
A la mañana siguiente, Pili toma en sus manos las riendas de las operaciones. En la boca del metro de Lavapiés les participa a Manuel, Pepe y Manolo que ella conoce a alguien que puede darle trabajo a Pepe, y envía al padre y al hijo menor a buscar un empleo en las oficinas del Sindicato y a Tonia a recorrer tiendas preguntando dónde necesitan una chica. Pili lleva a Pepe al bar donde para su novio, “El Mellao” (Luis Peña) con sus amigos Juan, el limpiabotas (Francisco Bernal), Carlos (José María Martín) y Enrique (José Villasante). “El Mellao” trata con brutalidad a Pili y con desprecio al recién llegado, del que se mofa ante sus amigos. “El Mellao” está en tratos con don Roque, el dueño del bar, (Félix Dafauce) para conducir una camioneta de un modelo conocido como “La rubia”. Apodado “El Chamberlán”, don Roque es un individuo poderoso que utiliza el bar como sede social y tapadera mientras negocia con material diverso procedente del hurto (le vemos hacer de perista recogiendo los relojes que le lleva un ratero a quien da vida Casimiro Hurtado), del estraperlo y el contrabando y que trata con el mismo desprecio al “Mellao” que éste ha empleado con Pili o con Pepe. Le expone secamente que si
A la familia Pérez no acaban de salirle del todo bien las cosas en la ciudad. Únicamente prosperan
Luis Peña está inmenso en su desagradabilísimo papel. “El Mellao” es chulo, envidioso, cobarde, ruin, cínico, irascible, violento, soberbio, rencoroso, ventajista... Maltrata a Pili “porque es lo fetén”, pese a “tenerle ley”, y no malgasta con ella un gramo de ternura. Le roba el tabaco y le habla con profundo desprecio. Luis Peña, que venía de cultivar una imagen de galán (heroico unas veces, ligero otras, problemático algunas), se descolgaba aquí con una composición excelente de villano de medio pelo. Perfectamente integrado en el submundo particular del súper-villano a quien dio vida magistralmente Félix Dafauce, el titánico “Chamberlán”, “El Mellao” de Luis Peña, que pelea con su desmañado pero muy dinámico estilo, agitándose todo él en forma muy característica, reproduce un tipo real, lo que Nieves Conde calificó en su día como “capitoste chuleta de Embajadores”.
Del lado recto de La Ley en “La mestiza”
Según manifestara José Antonio Nieves Conde en varias ocasiones, su película “Surcos” tuvo la dudosa virtud de provocar dificultades para volver a trabajar a quienes en ella participaron, empezando por él mismo. En el caso de Luis Peña, que completó una magnífica actuación en el film, resulta llamativo, en todo caso, que no volviera a actuar para las cámaras hasta un lustro
Bajo la influencia de Forqué: "Embajadores en el infierno"
José María Forqué Galindo (Zaragoza, 1923-Madrid, 1995), uno de los más versátiles y hábiles
La actitud calderoniana e hidalga de los españoles les está llevando a no pocas privaciones en su cautiverio soviético. Tal estado de cosas choca con la naturaleza, menos espartana y más hedonista, del capitán Albar quien harto de carecer de los más elementales placeres, se pasa al enemigo, abrazando el comunismo, lo que le proporciona, en primer lugar, una noche de pasión con una “mujer estupenda” y después, el repudio de sus antiguos compañeros oficiales y hasta un bofetón de parte del teniente Rodrigo. Tras este incidente, se suceden los episodios en “Embajadores en el infierno”. Asistimos a un proceso militar contra los oficiales españoles, en el que el coronel Chorne (Antonio Prieto) se encarga de la acusación y en el que el teniente Albar será un testigo denunciante (desacreditado por sus propios actos). A este procedimiento, que sirve básicamente para que Abrados haga una de sus encendidas proclamas,sigue una huelga de hambre de los prisioneros españoles, que, torpedeada por el comandante al mando del nuevo campo (Valeriano Andrés), que trata de hacer creer a la tropa que sus oficiales les han traicionado y han vuelto a comer, siega la vida del capitán Astúa. Después de no conseguir obligarles a comer, los pérfidos comunistas ponen a los díscolos y valerosos españoles bajo las órdenes directas del teniente Albar. “Desde ahora, él es su jefe” , les dice el coronel Yuri (el excelente actor de doblaje Félix Acaso). Albar asegura haber accedido a aquel puesto precisamente para tratar de mejorar la situación de los prisioneros españoles, sus antiguos camaradas, y les ofrece su mano y su amistad, pero todos le rechazan. Después, intenta conseguir que la tropa firme su renuncia a la nacionalidad española a favor de la soviética, consiguiendo convencer únicamente al soldado Antonio Blas Naranjo (Jacinto Martín). Cuando llega la orden de repatriación, haciendo uso de un extraño sentido del humor, el alto mando adjudica a Albar la misión de controlar el embarque de los españoles repatriados. El ahora
En un elenco tan exuberante (repleto de actores procedentes de los Teatros Nacionales), Luis Peña tiene a su cargo uno de los papeles de más responsabilidad, más cargado de dramatismo. Es el suyo el drama del hombre moderno, sin convicciones ni principios, a merced de sus debilidades. Forqué, muy satisfecho del rendimiento de Luis Peña, le confiará en años venideros otros roles en los que lucirse y que reúnen un perfil psicológico que contiene no pocos puntos de contacto con el del “débil” capitán Albar.
Odioso gamberro provinciano en “Calle Mayor”
El rodaje de “Calle Mayor” fue accidentado, del modo en que en la España franquista resultaban accidentadas las empresas: su director fue encarcelado. Pasó Juan Antonio Bardem quince días encerrado en los calabozos de la Brigada Político Social. Fue interrogado y finalmente puesto en libertad al no tener ningún cargo que imputarle y como efecto de las presiones internacionales que ejercieron, de un lado, los productores franceses (con Serge Silberman a la cabeza), y de otro,
“Calle Mayor”, uno de los films de más reconocido prestigio en la filmografía de Juan Antonio Bardem (y, por ende, en la española en general), se rodó en los estudios Chamartín, para sus secuencias de interiores, y, en la primera etapa de las dos que compusieron su periodo de filmación, en las calles de Palencia para los planos medios y los alrededores de Cuenca para sus planos generales. Tras el parón motivado por la detención de Bardem (que tuvo lugar en febrero de 1956, dentro de las detenciones discrecionales acaecidas con ocasión de los sucesivos disturbios nacidos tras unas concentraciones falangistas conmemorando el aniversario de la muerte de Matías Montero, por un lado, y las posteriores revueltas estudiantiles en la Universidad de Madrid), “Calle Mayor” se completó filmándose el resto de las escenas de exteriores en Logroño. Con la película terminada, la primera impresión no satisfizo a su productor español, Manuel Goyanes, que afirmó haber visto “la película más aburrida de su vida”, ni tampoco demasiado al también productor Ricardo Muñoz Suay, que opinó que “la música era mala”. Sin embargo, Serge Silberman creyó en la película y consiguió que se presentara al festival de Venecia, certamen donde, en cambio, los representantes oficiales de la cinematografía española habían alegado que no podía acudir el film por no estar acabado (afirmación estrictamente mendaz). Con una casi total sustitución de la música original de Isidro B. Maiztegui por una nueva partitura debida a la inspiración de Joseph Kosma, la película obtuvo una acogida muy favorable en el festival de la ciudad de los canales y
Los títulos de crédito de “Calle Mayor” son algo cicateros con don Carlos Arniches. Se limitan a recoger que la película está “inspirada en una farsa de...”, sin especificar el título de la misma. En opinión de este burgomaestre, sería más justo admitir que “Calle Mayor” es una adaptación libre de “La señorita de Trévelez” porque lo añadido por Bardem no deja de ser una suerte de “comentario” a la trama urdida por el maestro del sainete. Dicho de otro modo, “La señorita de Trévelez” no sirvió de inspiración para que Bardem creara “Calle Mayor”, sino que “Calle Mayor” nunca habría existido de no haber escrito antes Arniches su conmovedora tragicomedia. “La señorita de Trévelez”, como obra, no necesita a “Calle Mayor”, esta película, en cambio, necesita la preexistencia de la comedia que, estrenada en 1916, prueba, con su vigencia imperecedera, ser un verdadero clásico, que ya fue llevado al cine por Edgar Neville en 1936 (con María Gámez en el papel protagonista, la misma que hizo de una envejecida Salomé en “El nacimiento de Salomé”, película que protagonizó Luis Peña en 1938, y que, como veremos, volverá a contar con un papel relevante en “Calle Mayor”, como madre de Isabel, la protagonista).
Se nos muestra en “Calle Mayor” la cotidiana existencia de un grupo de personajes en una pequeña capital de provincias. Federico Rivas (el galo Yves Massard, que habla con la voz de Fernando Rey) está de visita de fin de semana en la ciudad. Ha ido a ver a un pensador llamado don Tomás (René Blancard, que actúa con la voz prestada por Teófilo Martínez) para pedirle que escriba para su revista “Ideas”. Federico es amigo de Juan (José Suarez), al que conoce de la infancia en Madrid y que se encuentra afincado en esa población empleado en un banco. Mientras don Tomás y Federico conversan en la biblioteca del Círculo Recreativo local, Juan y sus amigos se impacientan en el piso superior, donde suelen reunirse en torno a una mesa y unos tacos de billar. El filósofo ha sido reciente víctima de un macabro bromazo (con ataúd incluído) que le han gastado los amigotes de Juan. Al hilo del relato de esta circunstancia, ofrece a Federico una descripción de las constantes características de la vida en la ciudad donde habita. Se refiere al aburrimiento provinciano que domina el pulso ciudadano en los siguientes términos: “Hay tres cosas que son el diapasón de esta ciudad: las campanas de la catedral, los seminaristas por la alameda en el crepúsculo yendo de tres en tres, y el paseo por la calle Mayor” . Finalmente, los amigotes se llevan a Federico. Camino del bar “Miami”, donde suelen pasar muchas horas libando brebajes alcohólicos, vamos conociendo a los amigos de Juan, mientras se dan a conocer a Federico. Por un lado, está José María, “Pepe, El Calvo”, que es abogado (Francisco Goda, que actúa con la voz de Antolín García, quien también se encarga de la voz del narrador) que le
El lunes por la mañana, Isabel está en su casa, con Chacha (Matilde Muñoz Sampedro), que trata de animarla para buscar marido, en lugar de acompañar a su madre a la iglesia y ocuparse de beaterías. Le dice también que su madre y ella la vieron pasear acompañada de un hombre. Isabel le asegura que no hay nada entre ellos. Luego, su madre (María Gámez) también le habla del misterioso hombre con quien la vio por la Calle Mayor, e Isabel le dice que sólo sabe que se llama Juan, que es forastero y que trabaja en un banco. La madre se siente algo decepcionada, pues tiene la fantasiosa idea de casar a su hija con un marqués. Madre e hija se meten en la catedral a rezar y Juan entra tras ellas. Sin mediar palabras, sólo con su actitud, Juan da a entender a Isabel que está allí interesado por ella e Isabel, en cuanto toma conciencia de ello, se ilumina toda irradiando felicidad. A la salida de la iglesia, ante las preguntas de Isabel, que le hace notar a Juan que ha faltado al trabajo para hablar con ella, él le contesta que es muy importante para él que salgan juntos. Quedan en ir al cine esa tarde, a ver una película americana de estreno.
Juan, por la noche, se refugia en Tonia. Le comunica sus inquietudes. Tonia le dice que le diga la verdad a Isabel. Al día siguiente, hasta van a ver un piso en construcción. Juan cada vez sufre más. Pide ayuda a su amigo Federico, el escritor, que se presenta en la ciudad, acudiendo a su llamada de auxilio. Esa noche, los amigos de Juan le explican la solución que han encontrado. En el momento del anuncio de la boda en el baile anual del Círculo, intervendrá Pepe “El Calvo” y denunciará que Juan mantiene un noviazgo previo de tres años de duración con una chica de Logroño, prima suya. Federico, que está presente, les insulta.
Por último, es Federico quien le dice la verdad a Isabel. Le propone que se vaya con él a Madrid. Isabel llega hasta la taquilla para sacar un billete, pero ante la pregunta del empleado (Manuel Guitián) de “a dónde” quiere ir, Isabel no consigue responder. Federico trata de hacerla reaccionar “¡Tiene que vivir, Isabel!”, pero Isabel no toma el tren. Se queda, caminando por la Calle Mayor , pasando ante los ojos de sus crueles y cobardes agresores que están refugiados en su cubil, en torno al verde tapiz del billar, hasta su casa, donde permanecerá, mirando inexpresiva al exterior tras los cristales de su ventana, sobre los que golpean las gotas de una fina llovizna.
Son muchos los méritos de “Calle Mayor”, y quizá el mayor de ellos sea el de permitir a Betsy Blair (Elizabeth Winifred Boger, New Jersey, 11/12/1923, Londres, 13/03/2009) exhibir su rara y fascinante sensibilidad, que ya había cautivado a Bardem (y a medio mundo) en un papel muy similar en “Marty” (1955), la reciente y oscarizada película de Delbert Mann que protagonizó Ernest Borgnine en el papel titular. Betsy Blair, próxima entonces a divorciarse de su esposo, el bailarín, cantante, actor y director Gene Kelly, y a verse inscrita en la temida “Lista Negra”
De “Madrugada” a “La frontera del miedo”, pasando por "Amanecer en Puerta Oscura"
“Madrugada”, film dirigido por Antonio Román que adaptaba al cine la obra homónima de Antonio Buero Vallejo, ya compareció en este weblog con ocasión de la entrada dedicada a Manuel Díaz González. Destacamos en su día que nuestro protagonista de entonces repetía para
Para Luis Peña fue esta una película con una significación especial, pues le valió alzarse con el Premio del Sindicato Nacional del Espectáculo al Mejor Actor de Reparto de 1957 por su interpretación del rebelde Andrés Ruiz, un obrero que se ve empujado a luchar por defender sus derechos y los de sus compañeros, y que se verá obligado a pagar un alto precio por ello, perdiendo la felicidad que tenía con su mujer, Rosario (la siempre encantadora Isabel de Pomés) y su pequeño hijo, Andresito. El mismo galardón, pero en la categoría de Actor Principal, fue a manos de Paco Rabal, que también recogió el correspondiente de los Premios concedidos por el Círculo de Escritores Cinematográficos.
Es “Quiéreme con música” una muestra de la muy peculiar manera de entender la diversión que tenía el estajanovista Ignacio F. Iquino, una especie de comedia musical con canciones y bailes integrados en la acción, de forma harto exótica para los usos habituales en el cine patrio, más propenso a justificar cada gorgorito que sale de las gargantas de sus estrellas de la canción con alguna excusa argumental. En “Quiéreme con Música”, dejando al margen el hecho de que la
Estrenada el 8 de mayo de 1957 (muy adecuadamente) en el Palacio de la Música, “¡Quiéreme con música!” contó con un guión original de Francisco Prada, Manuel Bengoa, Ignacio F. Iquino y el germano Fritz Böttger. En él se daba
Estrenada el 16 de junio de 1958 en la sala madrileña Palacio de la Música, “La frontera del miedo” ya fue mencionada aquí con motivo de la entrada dedicada al malogrado Fernando Cebrián . Se trata de un film precursor, en gran medida, de la moda del subgénero de “cine de
Dos películas con Gino Cervi
Gino Cervi había sido una gran estrella del cine italiano en la década de los años 30. Hijo del crítico teatral Antonio Cervi, que falleció en 1923, Gino Cervi debutó en la escena en 1924 y se
Da comienzo “Un hombre en la red” con un arranque típico de las películas del género negro. De esos que sirven para que el espectador sepa que “la cosa va en serio”. Alguien hace una maleta, se despide de su mujer, y luego es brutalmente asesinado en plena calle. El método empleado, bastante original, por lo escasamente sofisticado, consiste en que un operario que aparentemente trabaja en una obra pública, le propina a la víctima un golpe por la espalda en el occipucio. A continuación, aparece el inspector Medina (Félix Dafauce) dando los detalles a su superior, el jefe de la policía de Tánger (Mario Moreno). El asesinado era Rushkin, un ucraniano al que se le relacionaba con el tráfico de drogas. Y mientras
El film pasa después a una secuencia de tono de comedia rosa cuya acción transcurre en la playa, en la que el apuesto John Millwood (Edmund Purdom, el célebre coprotagonista de “Sinuhé, el egipcio”, a quien dobla Roberto Martín) conoce a la joven Mary Borelasky (la francesa Généviève Page) y a su padre, el acaudalado profesor Borelasky (Gino Cervi, doblado por Claudio Rodríguez). Enseguida inicia el flirteo, con resultados no del todo desalentadores. Con la excusa de devolverle unas gafas que ha olvidado su padre en la playa, John se presenta en la mansión de los Borelasky, que llevan unos meses en Tánger, presentándose al lacayo que le franquea la entrada con el nombre de un conocido de la familia que ha oído mencionar a Mary. Introduciéndose en la reunión que se está celebrando en el salón de los Borelasky, John conoce allí al inspector Medina, que comenta estar seguro de haberle visto la noche antes en el curso de la investigación que está realizando para resolver el crimen de Rushkin. Millwood lo niega,
Producida en 1957, “El pasado te acusa” se presentó al público el 16 de junio de 1958, el mismo día, en efecto, que se estrenó “La frontera del miedo”, con lo que Luis Peña duplicó su presencia en la cartelera de manera simultánea. Logrando mantenerse catorce días en su local de estreno, “El pasado te acusa” contó con Luis Marquina como director general de su producción. Así mismo, el director de “Alta costura” aparece acreditado como autor de la versión española del guión que firmaron Lionello de Felice (director asimismo del film), Ernesto Guida y Vittorio Nino Novarese.
Se inicia la acción de “El pasado te acusa” con la llegada vía marítima (el film se rodó en Lloret de Mar, Costa Brava, Girona) de los recién casados Jeannette (Luz Márquez) y Diego (Alberto Closas) a un castillo que ha alquilado el segundo para pasar junto a la primera lo que les queda de
Es “El pasado te acusa” una película bastante tópica, pero distraída, con buenos momentos de lograda atmósfera de suspenso y misterio, razonables dosis de intriga policíaca y hasta algo de sensualidad (a cargo de la generosa Lina Rosales, para los caballeros, y del fornido José Marco para las damas). En cuanto a nuestro protagonista de hoy, digamos que pese a no extenderse a lo largo de muchos minutos, la actuación de Luis Peña deja huella en el espectador. Se luce en su histriónico papel, bordando, como tenía por costumbre, su representación del borracho amargado. Echa mano del patetismo cuando (al principio del film, tras su discurso desde la balconada) le pregunta dramáticamente a su infiel esposa: “¿Me reconoces? ¿Aún puedes reconocerme?”, aludiendo a su ruina física y moral. En la escena reconstruida del crimen figuran apagados por la música los diálogos que, a todas luces, se suprimieron finalmente del montaje original, quizá por evitar términos demasiado expresos que no pasarían la censura, o quizá porque fue una decisión de última hora hacer que la escena la contara el comisario (quien, naturalmente, no podía conocer las frases exactas de la disputa previa al porrazo fatal). Sea cual fuere el motivo, el efecto resultante es contraproducente y desluce bastante la resolución del caso.
Inmersión en el “Universo del Tío Jess”
Producida al parecer en 1959 y estrenada, según unas fuentes imprecisas, en algún lugar en 1963 y, con toda seguridad, en Sevilla, en el cine San Fernando los últimos días de agosto de 1965,
Igualmente producida bajo el significativo sello de “Auster Films SA”, rodada en muy cercanas fechas, y contando en su reparto, nuevamente, con Isana Medel y Luis Peña, “Tenemos 18 años” se constituyó en el primer largometraje de la extensísima filmografía de Jesús Franco. Iniciadora de una línea que explorará reiteradamente en su carrera ulterior, “Tenemos 18 años” inaugura una serie de películas, incluida dentro de la fecunda trayectoria de Jesús Franco, que tienen la particularidad de estar protagonizadas por una pareja femenina, como lo fueron “Labios rojos” (1961), “Bésame, monstruo” o“El caso de las dos bellezas” (ambas de 1967).
De ser correcta la información que brinda la web del ministerio de Cultura (cosa que, en absoluto
De manera análoga al modo en que los padres, nublado su discernimiento por el cariño, son incapaces de ver defectos en sus hijos, disculpan sus faltas y acrecientan sus discutibles méritos, así los directores son a menudo los menos indicados para enjuiciar su obra. Harto comprensivos con las carencias que sus frutos fílmicos puedan revelar, los directores confunden a menudo sus primitivas intenciones con los logros que, finalmente, el público alcanza a ver proyectados en las pantallas de los cines. Sólo así puede entenderse que, para referirse a “Tenemos 18 años”, su primer largometraje, Jesús Franco, en entrevista concedida a Jordi Costa para el libro “Cine Fantástico y de terror español 1900-1983” (Compilación de textos y entrevistas coordinada por Carlos Aguilar editada por la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, 1999) haga referencia a los maestros Murnau, James Whale o a Tod Browning, para continuar aseverando que : “Por un lado, yo me sentía socialmente obligado a quitar el cartón piedra y la frase hecha en todo lo que yo hiciera. (...) Por otro, quería irme por los Cerros de Úbeda; o sea, tender hacia el expresionismo y el género gótico (...) Cuando hice esa película cogí, por un lado, elementos que eran una burla del cine encorsetado histórico español (...) y, por otro, referencias culturales que habían calado mucho en la juventud
Lejanamente emparentada con “Se vende un tranvía”,con la que comparte año de producción y la participación de sus directores, Juan Estelrich, y Luis García Berlanga (productor asociado en el film de Jesús Franco), además de la actuación en ambas de María Luisa Ponte y de la intervención de los Estudios Moro, responsables de los animados títulos de crédito (habían
Pas
Hablando con Beltrán, que ha notado en ella un cambio tras su periplo andaluz, María José confiesa que la historia del atracador no pasó realmente como quedó recogido en sus impresiones del viaje. Cuenta que el 5 de enero, ya sin un céntimo, estando en el Coto de Doñana, al despertarse, Pili y ella encontraron a un pobre hombre inconsciente, tirado ante su tienda. Cuando el desconocido, de aspecto demacrado, recobra el sentido, las amenaza con su pistola y les pide que le lleven en su coche, pero se desmaya y cae sin sentido otra vez. María José y Pili, resistiéndose a su primer impulso de marcharse, se quedan con el presunto malhechor, al que prestan auxilio. Cuando se recobra, el desconocido se comporta con brusquedad, pero sin malicia, pues se disculpa por su hosco
Sinvergüenza y "trolero"
“De espaldas a la puerta. Crimen en la Ratonera de Oro” es el título de una producción Halcón
Mientras se inician las pesquisas, en la sala, el camarero Perico (Carlos Mendy) aconseja a Tonio, el pianista (José María Vilches) que no diga que conocía a la chica. El joven músico está muy afectado. Una de las chicas, la mano derecha de doña Luisa, Lidia (la argentina Amelia Bence) trata de hacer que se serene. Mientras, el comisario Simón es instruido porel inspector Arévalo sobrelas características de las chicas del cabaret. “Dicen que son bailarinas, pero se dedican a alternar con los clientes. Son gentuza”, asegura en confianza. Entonces el comisario extrae de su cartera una foto.Se trata de su hija, de la misma edad que la víctima, quien acude a una academia de baile porque quiere ser bailarina. La “plancha” de Arévalo es morrocotuda.
Patricia le ha contado su historia a Ramón antes de marearse por el champán. Habían quedado en que Ramón le conseguiría un trabajo de bailarina “de puntas” (el sinvergüenza le ha dicho que su hermano es el Marqués de Cuevas).“Voy a perdonarle la vida a esa chica. Uno no es honrado, pero es un señorito”, le dice a Lidia cuando ésta vuelve asegurándole que Patricia estará bien enseguida. Tras mantener una tensa conversaión con Tonio, a Ramón le da un ataque de “buena persona” y renuncia a la chica (a la que le ha dejado la foto que le ha hecho la amiga del barman) y advierte a Tonio que debe llevársela de allí ahora que todavía está “sin estrenar”.
Tras sembrar sospechas sobre Tonio, la película nos lleva a un nuevo interrogatorio,esta vez a Perico, el barman. Resulta que oyó la discusión de los dos tórtolos desde el almacén del bar, a través del hueco del montacargas. Lidia está también allí. El barman confía a la policía que conoce a Tonio desde hace tiempo y que tenía intención de abrir un negocio con él. Está convencido de que él la mató y por eso trató de ganar tiempo ocultando información a la policía. Algo en su actitud resulta equívoco al espectador, que puede dar en pensar que el camarero tiene algún interés afectivo de más intensidad que el meramente amistoso en el pianista.
Finalmente, el doctor Velasco salva a Patricia. El comisario Enrique Simón le pide a Ramón que difunda que la chica está recuperada y que pronto podrá hablar. A continuación, el comisario escenifica una reconstrucción de los hechos, para lo que obliga a todo el mundo que vuelva a ocupar la posición que tenía en el momento de la agresión, tras ordenar a un operario (José María Rodríguez) a apagar todas las luces del local. El oportuno apagón, previo a la inminente declaración de la víctima, propicia movimientos sospechosos entra la concurrencia. Tonio se ausenta en dirección al sótano. Unos pasos de mujer calzada con tacón alto descienden unos escalones. El comisario está esperando junto a la yacente Patricia. Brilla el acero del filo que se oculta en el bastón de doña Luisa. Tonio está esperando y sujeta a la agresora. Es Lidia, que no está dispuesta a soportar que Tonio, al que recogió de la calle y retuvo junto a sí en “La ratonera de oro”, se quiera marchar con Patricia. El comisario, que la ha tendido esta trampa, la detiene. En el epílogo del film, el comisario promete a Arévalo que dará un informe malísimo de su conocimiento del cabaret para que le den un trabajo en turno de día. Por su parte, Ramón es conducido a un coche celular, no sin antes recordarle al comisario que ha resuelto el caso “con la colaboración especial de Ramón El Fantasías”. Por último, el comisario y Lola se intercambian fotos de sus hijos y los dos convienen que el del otro “es muy guapo”.
Digamos, a modo de curiosidad, que sólo quince días antes del estreno de “De espaldas a la puerta”, Irene López Heredia, Luis Prendes, Luis Peña y Ángel Terrón, integrantes todos ellos del reparto, habían coincidido también representado en el Teatro Español de Madrid, bajo la dirección de José Tamayo, la tradicional función del Tenorio de José Zorrilla correspondiente a 1959. Junto a ellos, actuaron otros grandes intérpretes de la compañía como Gemma Cuervo, Berta Riaza, Carlos Ballesteros y Antonio Ferrándiz (por citar a los más populares).
Ya hemos citado una de las obras que representó Luis Peña actuando en el elenco del Teatro Español, el Tenorio de José Zorrilla que dirigió José Tamayo en 1959 y que fue con la que se cerró el citado año. En la década previa a esta función, nuestro protagonista de hoy militó en las filas de las compañías nacionales para desempeñar roles más o menos relevantes en “La malquerida” (1955), “El cuervo” (1957), “Un soñador para el pueblo” (1958), y “¿Quién es Silvia?” (1959). Previas a estas colaboraciones, son las representaciones que, con la compañía de comedias que formó con su suegra, Guadalupe Muñoz Sampedro y su esposa, Luchy Soto, ofreció en los escenarios de toda España, especialmente significativas durante el periodo de cinco años, desde 1951 hasta 1956, en que no actuó para el cine. Como muestra de la frenética actividad desarrollada por la compañía, valga enumerar su repertorio de, por ejemplo, la primera mitad de 1951, cuando sucesivamente puso en escena en el teatro Reina Victoria, el juguete cómico “Eva no salió
Fin de la segunda parte
En agosto de 1958 falleció Manuel Soto, el suegro (y compañero de trabajo) de Luis Peña, quien, a la sazón, hacía poco tiempo que había cumplido cuarenta años, entrando así en la que suele considerarse la etapa de madurez de la vida. Poco más de un año después, el 9 de noviembre de 1959, cuando está trabajando en el Teatro Español, representado junto a los mejores actores del país la función del Tenorio de Zorrilla, y sólo un par de días antes de que se estrene la tercera de sus películas bajo las órdenes de su amigo José María Forqué, la interesantísima “De espaldas a la puerta”, Luis Peña ha de lamentar el fallecimiento de su padre y modelo vital, el también actor, Luis Peña Sánchez, con quien tantas veces habrían de confundirle en el futuro los recopiladores de datos fílmicos. Es ese un trance que decisivamente marca la vida de las personas y que, con toda seguridad, puso a nuestro protagonista enfrente de sí mismo, observándose a la mitad del camino. Profesionalmente hablando, de una parte, la imagen fílmica de Luis Peña había evolucionado, de una a la que podían encontrársele similitudes con la un segundo galán, como David Niven, a otra más cercana a la de un amargo, vitriólico y profundo Robert Ryan, de otra, en su devenir escénico había recorrido un camino que le había llevado de las astracanadas a las compañías de los teatros nacionales. En la tercera parte de esta entrada
PD: quiero expresar mi agradecimiento al actor y director Ricard Reguant, que me ha facilitado las imágenes de los programas que aparecen en esta entrada.
Bibliografía (libros consultados y no citados en el texto de esta segunda parte de la entrada):“El cine español en el banquillo” ( Antonio Castro, Fernando Torres, Editor, 1974). “Brumas del franquismo”, de Francesc Sánchez Barba (Universitat de Barcelona, 2007), “Y todavía sigue” (Juan Antonio Bardem, Ediciones B, 2002)