Cuando comienzo a escribir este apunte pienso en las experiencias últimas ligadas a la Francmasonería que he vivido y que me han emocionado. Realmente no he empezado a disfrutar con semejante intensidad hasta hace un par de años. Pienso que la barrera temporal puedo colocarla en septiembre de 2010, coincidiendo con el histórico Convento de Vichy. Quienes me leen habitualmente ya saben a qué me estoy refiriendo.
Pero después de aquello no he dejado de sentir el escalofrío de la emoción: Aquí en Gijón, en Pau, en Montauban, en París... Uno de esos instantes pude vivirlo no hace mucho. Lo he dejado reposar un tiempo.
En mi Logia recibimos a Luis Sepúlveda, el escritor chileno, Caballero de las Artes y las Letras de la República Francesa, y miembro en su juventud del Grupo de Amigos Personales del Presidente Salvador Allende, el servicio de seguridad de que se dotó aquel médico, socialista y masón, que quiso un día que las grandes alamedas se abrieran para que caminaran por ellas los hombres libres...
Cuando me inicié en aquel desvencijado piso del Postigo Bajo de Oviedo, allá por el año 1994, no tuve muchas dudas sobre el nombre simbólico a utilizar. Luego mi caminar masónico me ha llevado a no servirme abusivamente del "Pablo Neruda" con quien me identifiqué a los veinticuatro años, pero a tener sus "Odas Elementales" siempre cerca de mí -el primer libro de poesía que atesoré y que me regaló mi madre recién comenzada la adolescencia-. Mi primera plancha leída en una Logia se basó en la "Oda al constructor", aquél a cuya llamada acudían las piedras, seguramente para levantar un mundo nuevo...
No sabía nada de todo eso...
Y no sabía tampoco de episodios como la entrevista con Régis Devray, crítico con algunos aspectos de la vía chilena hacia el socialismo, que se lamentaba durante la conversación con el Presidente que luego plasmaría en su célebre libro, de que Allende no respondiera a todas las calumnias vertidas día sí y día también por la prensa al servicio de la oligarquía. Parece que el Presidente respondió con mucho tino algo que no es sino una acertada sentencia y hasta una enseñanza masónica dada por un Maestro que -vuelve la sonrisa- se quejaba a un joven G.A.P. llamado Sepúlveda, de que aquellas reuniones -las Tenidas- duraban demasiado y se pasaba mucha hambre:
"Amigo Devray, la infamia nunca merece respuesta".Et si omnes, ego non.