Quinto aniversario de noviazgo con mi otra parte contratante es razón suficiente para devanarse los sesos y buscar algo diferente, algo oculto, un lugar escondido, que no esté en las guías a primera vista, pero con cierta garantía de éxito.
No deja de ser curioso encontrar algo así a escasos metros del centro geográfico de la ciudad, pero así es. En la escondida placita de Santiago, en el background colindante a la Plaza Mayor, se encuentra la Gastroteca.
No nos andamos con rodeos porque queda mucho "trabajo" por delante. Empieza el festival. Un aperitivo, rillete de pato con mostaza y el AOVE Arbequina de Carles Andreu. Un carrusel de aromas completado con el excelente pan de la casa.
Empezamos con lo serio. Ensalada de rape alangostado sobre kantem de buey de mar y berberechos. Cocción a baja temperatura, al vacío, y al milímetro. El rape pone la textura y el kantem (como un salpicón muy fino) pone el mar.
Ya hemos aprobado y ahora vamos para nota, con un soberbio steak tartar de lomo bajo de buey, muy bien condimentado y acompañado de láminas de trufa, una crema de mostaza y crujientísimas patatas fritas con un toque picante.
Y terminamos el capítulo salado con un Foie escabechado sobre galleta de maiz y colmenillas al oporto. Una preparación del hígado mas voluptuosa y atrevida que el micuit que con las potentes setas y la crujientísima galleta, hicieron un excelente fin de fiesta con la gran sorpresa en maridaje que nos esperaba.
No sin algo de extenuación, pero inasequibles al desaliento, pasamos a la parte dulce, empezando por un biscuit de higos sobre galleta de chocolate sin harina, y frutas varias. Impecable elaboración, en esa linea de postres no demasiado dulces que son los que más me atraen.
Y culminamos con una Tarta de chocolate con pan de oro y gelatina de eucalipto, sencillamente obscena. Chocolate tremendamente cremoso y puro que demuestra una excepcional destreza en la repostería.
Si he de ser sincero, pocas jornadas gastronómicas recuerdo en Madrid tan agradables como esta. ¿Por la comida? Si. ¿Por el vino?. También. Pero no solo eso. Hay que insistir en los tiempos, ese rato de reflexión, complicidad y conversación, entre plato y plato. El intervalo justo, no llegas a esperar, pero tampoco te encasquetan el siguiente cuando no has terminado el anterior (costumbre muy de ciertos estrellados).
El trato, inmejorable. Sirva de ejemplo que a mi novia, a quien no le gustan los jereces (allá ella), se le sirvió un Sauternes con el Foie, y un Moscato con el chocolate. Un lujo.
En fin, una jornada muy placentera y dificil de olvidar que vale cada uno y más de los 100 € p/p que se llamó. Y eso en Madrid es decir mucho.
La gastroteca de SantiagoPza. Santiago 1 Madrid