Luke Stegemann.Madrid.Historia de una ciudad de éxito.Traducción de Ana Bustelo.Espasa. Barcelona, 2024.
“Madrid es la capital del mundo más difícil de comprender, según uno de sus hijos ilustres, el escritor modernista Ramón Gómez de la Serna. ¿Por qué será? La ciudad es engañosa: los tesoros de Madrid son más amplios y profundos, su historia más abundante, su cultura más sofisticada, con más matices de lo que se ve a primera vista. Poca gente, por ejemplo, reconoce que es la única capital europea de fundación islámica. La ciudad es magnífica, pero no hace ostentación”, escribe el historiador australiano Luke Stegemann en “Una ciudad recordada, una ciudad imaginada”, que sirve de introducción a su magnífico Madrid. Historia de una ciudad de éxito, que publica Espasa con traducción de Ana Bustelo.
Su medio millar de páginas admirables y sus cuatro cuadernillos de ilustraciones proponen un intenso recorrido por tiempos y lugares del pasado y el presente que configuran la identidad histórica y cultural de una de las grandes capitales del mundo en el siglo XXI.
Porque una mirada extranjera y distante es a menudo la más adecuada para hacernos contemplar a nueva luz una realidad tan cercana que nos aleja del matiz y nos empobrece los colores potentes de lo próximo con el velo de la costumbre.
Pueblo. Imperio. Ciudad. Mundo. Esas son las cuatro partes en las que se organiza esta guía histórica y cultural, arquitectónica y literaria, social y pictórica cuya existencia se remonta a la prehistoria y a la Carpetania ibérica, un lugar donde “abundan la vida y el cobijo”, el animal y el agua, porque “una serie de ríos riegan esta región de forma abundante: unos nacen en las lejanas sierras del este, otros en las cercanas e imponentes montañas del norte. Aún no llevan nombres que conozcamos y reconozcamos, pero les aguardan nombres musicales: Manzanares, Jarama, Henares, Lozoya, Guadarrama, Guadalix, Tajo y Tajuña. Por el lugar que hoy es el centro de Madrid fluyen arroyos de menor caudal. Sus nombres futuros son igual de hermosos: Abroñigal, Fuente Castellana, Arenal, Butarque, Meaques, Cantarranas, San Pedro y Leganitos. El agua -en la superficie y en el subsuelo- será clave en el desarrollo de Madrid, tanto en el pueblo medieval como en la ciudad moderna.”
Apoyado en una sólida bibliografía bien seleccionada en la que conviven diversos tratados históricos con novelas como Tiempo de silencio, el Quijote, La busca, Tomás Nevinson o Fortunata y Jacinta, este ensayo describe el desarrollo de una ciudad irrepetible desde la Edad de Hierro al Madrid medieval (de 1194 es el primer uso documentado del topónimo actual), desde el amurallado Mayrit islámico a la compleja y poliédrica realidad de los Madriles, de la leyenda de la Almudena a las Cuatro Torres con las nieves velazqueñas del Guadarrama al fondo, del Madrid renacentista convertido por Felipe II en capital del imperio en 1561, de la medieval Santa María la Antigua al renacentista San Jerónimo el Real, de San Lorenzo de El Escorial, que “albergaba tanto a Dios como a la sabiduría humana”, a Aranjuez, de El Pardo a Valsaín, el Madrid a vista de pájaro en el magnífico plano que hizo Pedro de Teixeira en 1656 por encargo de Felipe IV, impulsor del Palacio del Buen Retiro, “la pieza central de una renovación cultural más amplia“, cuando “Madrid era una cosmovisión, un orden establecido, una dinastía, una estructura de poder estatal, una administración y un proyecto estético y cultural.”
Del catastrófico incendio del Alcázar en la Nochebuena de 1734 al que asoló el lado oeste de la Plaza Mayor, de los Habsburgo (“erráticos, brillantes, desconcertantes”) a los Borbones, que, con un modelo fuertemente centralizador, querían “reformar Madrid y crear una Corte española siguiendo las líneas administrativas y estéticas de Versalles”, bullen en estas páginas Velázquez y Goya, Cervantes y Lope, Quevedo y Galdós, Mesonero Romanos y Martínez de Pisón, Umbral y Trapiello, Julio Llamazares y Muñoz Molina, Olivares y Godoy, los corrales de comedias y los Jardines del Campo del Moro, San Antonio de la Florida y el Palacio Real.
De la Corte del Rey Planeta a la del Hechizado y de ahí a los nuevos absolutismos, de la primavera de la esperanza ilustrada al invierno de la desesperación de la invasión napoleónica, del crecimiento de las la ciudad moderna entre el Madrid de 1759 al que llega Carlos III desde Nápoles al de 1975 que entierra una dictadura, de sus parques y jardines, del Manzanares a la pradera de San Isidro, de los modelos urbanísticos y arquitectónicos de Sabatini, Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva al diseño de la ciudad lineal de Arturo Soria o la pintura urbana de Antonio López, de la metrópoli emergente de finales del XIX y el ensanche de los años veinte a la ciudad sitiada de noviembre de 1936, de Luis Candelas a los cafés de tertulia, del grupo del 27 a Madrid Río, de la Casa de Campo al Rastro, de la movida al mercado de San Miguel, del Paseo del Prado a la Galería de las Colecciones Reales, la historia de Madrid, una “hermosa Babilonia” en palabras de Luke Stegemann, es un paradigma y un resumen de la historia de España. Y el intenso recorrido histórico y urbanístico, artístico, literario y gráfico que propone esta Historia de una ciudad de éxito rebasa los límites urbanos de un espacio en que conviven el orden y el desorden para mirar también a su entorno natural:
Desde sus cumbres nevadas del norte hasta las llanuras semidesérticas del sur, la provincia de Madrid contiene gran parte de la diversidad geográfica que se puede encontrar en la Península. Para el ojo moderno, parte de esta belleza natural se ha visto transformada por la intensa urbanización, la industrialización y la creación de las enormes extensiones de naves para las redes de distribución del comercio mundial. Sin embargo, a pesar de la compleja logística del transporte y del comercio modernos, y de la necesidad de albergar a cerca de siete millones de personas, Madrid sigue disfrutando de un rico entorno natural, con zonas silvestres que se ciernen sobre la provincia desde el norte y el noroeste. Y en dirección sur desde la capital sigue siendo posible, en apenas veinte minutos de viaje en tren, verse rodeado por el silencio largo y seco de las llanuras.
Santos Domínguez