Esa era una noche especial, seguramente como casi todas las mágicas! Pero en esa noche la luna llena iluminaría aún más esa velada en que arden las hogueras por doquier. Y el gato, encaramado a su tejado, lo sabía!
Pero a los gatos les da miedo el fuego! Aunque el gato sabía que, casi siempre, el miedo estaba anclado en el pasado y, precisamente, son las hogueras de esa noche de Sant Joan en las que se queman todos esos recuerdos y enseres viejos que nos privan de vivir un ahora, esperanzado. El resplandor de las miles de hogueras en torno a las que se amontonaba la gente, iluminaba esa especial noche…
Aún así, el gato prefirió concentrarse en su luna llena y su luz poderosamente blanca y brillante, que desde arriba hacía crecer las sombras y languidecía la luz de las hogueras! Al fin y al cabo, esa luna hoy brillante y llena era una hoguera más en el firmamento, lleno de estrellas…
Y cerró sus ojos para soñar, aunque siempre hubiera preferido tenerlos bien abiertos para hacerlo ya en la realidad. Y en su sueño vio a sus niñas, riendo y jugando alrededor de la chimenea que, como una hoguera más, proyectaba su cálida luz ocre en las paredes del gran salón, dibujando divertidas siluetas danzarinas…
Y el gato sonrió, como hacía siempre que soñaba en ella y sus queridas niñas, risueñas y alegres como las imaginaba, aunque aún no las conociera. Y sintió en su brillante pelaje gris aperlado la fuerza de su amor lejano, pero siempre presente en su corazón abierto y ya para siempre despierto. Y ronrroneó, como hacen todos los gatos cuando se sienten bien, queridos y mimados…
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