Había oído que la luna esa noche de primavera sería de color sangre…
El gato, como cada noche, se encaramó a su tejado preferido, ese de viejas tejas descoloridas que no hacía mucho tiempo había estado pobladas de flores amarillas dejadas por su Princesa, hoy silenciosa… aunque la sentía cada día en su corazón!
Qué más da el color que tenga la luna, su luna, pensaba el gato. La luna para él siempre brillaba igual, estuviera oculta como luna nueva o bien estuviera magestuosamente llena, como la noche de hoy. Y es que, con el corazón, todas las lunas son posibles y mágicas, despertando los sentidos de quienes la miran con amor…
Y cerró sus ojos, como siempre hacía. Y la vió llena y resplandeciente como pocas lunas… Y en ella vió como siempre a su Hada Mágica jugando con sus amadas niñas, esas que nacieron donde nace el arcoiris, allá en el Mar del Norte…
“Si fuera roja la luna como algunos dicen -pensó el gato, acomodado sobre las tejas- me recordarían que esa luna que yo veo cada noche hoy está pintada con la sangre de mi corazón, desde donde comparto con ellas, mis amadas, su silencioso, verdadero y distante amor…”
Pero, el gato aún con los ojos cerrados, contempló como cada noche el bello rostro de su amada Hada Mágica y el de sus pequeñas niñas jugando y riendo a su alrededor, allá lejos, junto al lago plateado que había en el soñado bosque encantado…
Y abrió sus ojos de nuevo…y sonrío, feliz, mientras sentía en su interior el mágico influjo de su luna siempre llena, como hoy!