Lunáticos | Pablo Cuvi

Publicado el 02 marzo 2019 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Pablo Cuvi | pcuvi@elcomercio.org

(Publicado originalmente en diario El Comercio, Quito, el 19 de enero de 2019)

Fotograma de “El primer hombre en la Luna” de Chazelle.

Mucha gente acepta encantada cualquier teoría de la conspiración; mientras más disparatada, tanto mejor. Por ello, no faltan antiimperialistas que juran que la llegada de los gringos a la Luna hace 50 años fue un montaje colosal, una patraña semejante, compañero, a la que ha montado este Gobierno con las denuncias de la corrupción correísta. Para estos revolucionarios, la película ‘El primer hombre en la Luna’ que acabo de ver, donde un imperturbable Ryan Gosling representa al astronauta Neil Armstrong, sería un invento mas de Hollywood sobre el viejo tema.

En cambio, ni el más delirante guionista de política ficción habría podido imaginar hace 50 años que los rusos colocarían un presidente en la Casa Blanca… ¡con la ayuda de un espía asilado en la embajada del Ecuador en Londres, a corta distancia de las oficinas de James Bond! Pero el mundo da unas vueltas locas. A principios de 1969, en plena guerra del Vietnam, un anticomunista radical, Richard Nixon, se sentaba en el Salón Oval, donde terminaría convertido en el menos presentable de los lideres norteamericanos hasta la llegada de Donald Trump.

Hoy, las trampas y mentiras de Nixon, que lo llevaron a renunciar en 1973 antes de ser destituido, parecen un juego de niños. Lo grave, en realidad, eran los salvajes bombardeos con napalm sobre la selva y los campesinos vietnamitas. Tanto así que el rechazo a esa agresión imperial era un factor clave de la rebelión hippie que en el verano del 69 alcanzaría su clímax en el legendario concierto de Woodstock, marcando a la cultura mundial hasta el día de hoy. La Guerra Fría había desatado también la carrera espacial entre EE.UU. y la Unión Soviética. A costa de su futuro económico, los rusos tomaron la delantera desde el primer Sputnik y la perrita Laika.

Entonces, el presidente Kennedy y la Nasa se plantearon una meta delirante, desmesurada, inalcanzable para el adversario: poner un hombre en la Luna. Ese es el contexto histórico de la película, que sigue la vida de Armstrong desde 1961, pasando por el riguroso entrenamiento, los conflictos familiares y el fantasma de su hija muerta, hasta la misión del Apolo XI que vieron en vivo y en directo mas de 500 millones de personas en todo el globo y que alcanzó su clímax el 20 de julio de 1969, cuando un miembro de nuestra especie pisó por primera vez la superficie lunar.

El capitalismo se anotaba un gran poroto, sí, pero nadie habría apostado un dólar a que terminaría implantándose en China, Rusia y el Vietnam unificado tras la victoria. Hoy, la codicia del capital y la avidez del consumo han destrozado la Naturaleza y vivimos la amenaza final de los Trump y Bolsonaros, mientras los chinos se apresuran a conquistar la cara oculta de la Luna, donde han cultivado una semilla de algodón. ¿Terminará nuestra especie mudándose de planeta?