Sí, los lunes pueden llegar en miércoles. Y qué. Para algo escribo un "Devezencuandario", para que la periodicidad se amolde a mi agenda y no al contrario.
El primero, una novedad que sale mañana a la venta: Cómo no ser una drama mamá (Ed. Planeta), de Amaya Ascunce, una colección de sentencias maternas míticas como eso de "no cojas sobres de cromos a la puerta del colegio, que pueden llevar droga" o "quítate el pelo de la cara" o "si te tragas un chicle se te pegan las tripas". Nacido del blog del mismo nombre, este libro repasa con gracia esos clichés que las madres llaman "consejos", que en la tecla de Amaya pueden pasar de amargarnos la vida a hacer que nos riamos de ella (de la vida, no de la madre). Muy apto para leérnoslos de vez en cuando si el destino nos regala un churumbel, no volvamos a caer en los mismos topicazos que les afeamos a las jefas.
Para aquellas mamás que quieren que sus hijos saquen mejores notas y no saben cómo, apunten: Todos los niños pueden ser Einstein (Ed. Almuzara), de Fernando Alberca. La tesis del autor, educador antes que escritor, es la siguiente: no hay niños listos o tontos, sino niños bien o mal motivados. Y si hasta Einstein fue capaz de superar los recelos maternos (la buena mujer creía que al chaval le faltaba un hervor porque lo veía lentito) y convertirse en todo un premio Nobel, cualquiera (más o menos) puede ponerse los libros por montera si no se limita a memorizarlos.
Y para las madres que quieren seguir siendo mujeres antes que madres, lo último (que fue lo primero) de Katherine Pancol: Yo primero (La Esfera de los Libros), la historia de una chavalita que nada más descubrir el sexo da con sus orgasmos en la palabra "boda" y no se resigna a dejar que todo se anteponga a ella misma.