Luz y prosperidad: breve historia en imágenes del árbol de Navidad

Publicado el 23 diciembre 2024 por Elpajaroverde

La decoración de hogares y sitios públicos con árboles de Navidad, como tantas otras costumbres vinculadas a las festividades religiosas, tiene un origen pagano. Los antiguos egipcios celebraban el triunfo de Ra, dios del sol, sobre la enfermedad durante el solsticio de invierno llenando sus casas con juncos y palmas para representar la victoria de la vida frente la muerte. Los romanos colgaban laureles de las puertas de las casas y encendía luminarias durante los festivales de invierno. Y los pueblos nórdicos decoraban por las mismas fechas un árbol para celebrar el nacimiento de Frey, dios del sol y la fertilidad. Ese árbol representaba al Yggdrasil, árbol del universo en la mitología nórdica.
Imagen: Yggdrasil con los animales que viven en él y sobre él. Fuente: AM 738 4to, manuscrito islandés del siglo XVII. Licencia CC BY-SA 3.0.


La adopoción por el cristianismo de esas tradiciones paganas se la debemos a San Bonifacio, obispo anglosajón encargado de la evangelización de los pueblos germanos allá por el siglo VIII. Cuenta la leyenda que, cansado de bregar con los ritos paganos, cortó un roble decorado consagrado a Thor y plantó en su lugar un pino que, por tratarse de un árbol perenne, simbolizaría el amor de Dios y la vida eterna.
Imagen: San Bonifacio ilustrado por Cornelis Bloemaert. Fuente: Het Utrechts Archief. En dominio público.


A partir de entonces, comenzaron a talarse abetos para la Navidad y, a saber por qué motivo, se colgaban de los techos. Era habitual que se decoraran con manzanas, las cuales simbolizaban el pecado original. En cuanto a las luces, se dice que fue Martin Lutero allá por el siglo XVI el primero en colocar velas sobre las ramas de un árbol de Navidad. Parece ser que dijo que las luces en el árbol le recordaban a las del cielo la noche en que nació el Niño Jesús.
Imagen: grabado en acero por J. Bannister del árbol de Navidad de Martin Lutero reproducido por la revista Sartain's Magazine alrededor de 1860. Fuente: Nantucket Antiques Depot. En dominio público.


Visto lo visto, no es de extrañar que el árbol de Navidad moderno tenga su origen en Alemania, en concreto en el siglo XVI. En ese país era costumbre recordar a Adán y Eva el día 24 de diciembre con representaciones de árboles del paraíso tales como la pirámide de Navidad, una construcción de madera con hojas, figuras y una estrella. Poco a poco, dichos ornamentos fueron evolucionando hacia el típico árbol que conocemos hoy en día.
Imagen: ilustración de la página 823 de Die Gartenlaube: Illustrirtes Familienblatt. Ernst Keil: Leipzig, 1896. En dominio público.


El uso del árbol de Navidad poco a poco fue calando en el resto de países europeos. Su popularización, cómo no, se la debemos a un alemán, el príncipe Alberto, consorte de la reina Victoria. Aunque el árbol de Navidad ya había llegado a Inglaterra en 1829, no fue hasta que lució por primera vez en el Castillo de Windsor en 1841 que los súbditos de la regia pareja comenzaron a codiciarlo.
Imagen: La reina Victoria, el príncipe Alberto y sus hijos admiran el árbol de Navidad en 1848. Fuente: Webster Museum. En dominio público.


A España, sin embargo, el árbol de Navidad llegó de mano de una rusa. Se dice que fue Sofía Troubetzkoy, duquesa de Morny por su primer matrimonio y casada en segundas nupcias con José Osoria y Silva, marqués de Alcañices, quien instauró en nuestro país tan ornamental costumbre navideña, luciendo así en 1870 el primer árbol de Navidad en España en el desaparecido palacio de Alcañices en Madrid.
Imagen: montaje propio a partir de una reproducción de Acuarela del palacio de Alcañices por Juan José Zapater Rodríguez y Retrato de Sofía Troubetzkoy por
Фотография, ambos trabajos en dominio público.


La popularización actual del árbol de Navidad es indiscutible. Tanto es así que no hay pueblo o ciudad que se precie que no adorne uno para tan señaladas fechas. Y aunque eso de poner árboles de Navidad en lugares públicos parece algo relativamente reciente, ciudades como Tallin y Riga se disputan el honor de haber erigido el primer árbol de Navidad en una plaza pública, la primera en 1441 y la segunda en 1510.
Imagen: árbol de Navidad y mercado navideño en Tallin varios siglos después de esa primera reivindicación. Fotografía de Visit Tallinn bajo licencia CC BY-NC-SA 2.0 


Mal que nos pese, la mayoría de nuestros árboles de Navidad son artificiales. Fue la Segunda Guerra Mundial la responsable del decaímiento del uso de los abetos naturales como árbol de Navidad. La producción y distribución de estos se vió mermada por el conflicto y también escaseaba la mano de obra para talarlos. El uso masivo de los árboles artificiales tiene su origen, sin embargo, en el diseñado por el piloto estadounidense Si Spiegel en los años cincuenta. El ex combatiente trabajaba por entonces como maquinista en una fábrica. La producción de los árboles de Spiegel se multiplicó exponencialmente en la década de los setenta y el ex piloto, ya millonario, se jubiló a principios de los años noventa.
Imagen: montaje propio bajo licencia CC BY-SA 3.0 a partir de una fotografía de unos soldados con un árbol de Navidad en 1942 (Fuente: Fortepan ID 75436, autor: Béla Gergeryi, licencia CC BY-SA 3.0) y otra de Si Spiegel en 1978 (fuente: newspaper.com, en dominio público).


Y así, como me imagino que en muchas de las vuestras, luce desde hace algunas semanas el árbol de Navidad en mi casa, cubiertas sus artificiales ramas de adornos cuyo origen ni me paro a pensar, habiéndome olvidado de cualquier connotación religiosa y quién sabe si inconscientemente apelando, como hacían en esas antiguas culturas que tan lejanas y ajenas nos parecen, a esos escasos minutos de luz que el día ya ha comenzado a conquistarle a la noche o al siempre promisorio año que se avecina y que ya espera impaciente el final de la cuenta atrás de este 2024 que está a punto de expirar.


Pues eso: luz y prosperidad.