Su carrera se divide en tres: su meteórico ascenso a la fama con El Sexto Sentido y El Protegido, sus filmes con mayor unanimidad de crítica y público; otra con Señales y La Aldea por su particular manera de tratar temas trascendentales, y la tercera con el giro radical de su carrera a partir de La Dama en el Agua y El Fin de los Tiempos, porque si bien era conocido por sus giros de guión a último momento, a partir de esta etapa dejó lo que fue su “sello personal". Y ni que decir de su nuevo filme, El Último Maestro del Aire.
Dos cosas se repiten en su filmografía. Como todos los buenos directores, utiliza una historia para hablar sobre un tema, y sus películas tienen una publicidad engañosa que nos hacen creer que son lo que no son: El Sexto Sentido no es de espíritus sino sobre la incomunicación, Señales no es sobre marcianos, sino trata sobre la fe y La Aldea es una fábula política sobre el miedo, dividiendo al público en torno a su cine, defraudando a un gran sector a la vez que maravillaba a otro.
Es un director que no te deja indiferente: o te atrapa en sus historias, te llega su estilo, te interesan sus mensajes y te maravillan sus giros narrativos, o simplemente te sientes defraudado por tantos datos y hechos que envuelven durante el filme. El público espera una cosa y él le da otra completamente distinta. Hay pocos espectadores que se ubiquen en un término medio. A sus películas o las amas o las odias.