Mª del Pilar Muñoz Álamo: "Lo cotidiano también seduce, emociona y sorprende"

Publicado el 21 mayo 2015 por Librosquevoyleyendo @librosqvleyendo

Mª del Pilar Muñoz Álamo: "Lo cotidiano también seduce, emociona y sorprende"


No es fácil autopresentarse, hablar de una misma traspasando esa delgada línea que separa lo público, el típico y frío currículo literario o profesional (que puede encontrarse en la solapa de una novela), de aquello más íntimo y personal que se esconde dentro de nosotros, que afecta a nuestra manera de sentir y que nos empuja —o nos ha empujado alguna vez— a hacer lo que hacemos y como lo hacemos. Pero pienso que esto último es tal vez lo más interesante, descubrirnos ante el lector confirmando lo que aparentamos ser o, por el contrario, romper esquemas y desmentir que somos lo que se espera de nosotros. Y yo voy a hacer precisamente esto último.
Si alguien me preguntara cuál es mi mayor pasión en la vida, apuesto a que más de un lector anticiparía mi respuesta diciendo que es la literatura, y la escritura como parte de ella. Y nada más lejos de la realidad. Nunca fui una mujer de letras, sino de ciencias, y a pesar de haber estado escribiendo siempre, jamás lo contemplé como una opción a la que dedicar mi tiempo, y mucho menos de manera profesional. La vocación —y el sueño— consciente o inconsciente de muchos escritores ha sido siempre la de crear historias impresas en un papel con las que deleitar a cientos o miles de lectores, aspirando a ocupar un lugar en el mundo de la literatura a través del reconocimiento de sus obras. Sin embargo mi vocación, o mejor dicho, mi verdadera pasión, está centrada desde hace muchísimos años en el simple hecho de observar la vida, las costumbres, los hábitos... y cuestionarlos; escrutar las relaciones sociales y humanas, las formas de comportamiento, las reacciones ante los otros, la manera particular de cada cual de analizar los problemas y de afrontarlos...; sopesar el porqué de cuanto ocurre y hasta qué punto somos libres para reaccionar ante ello o nos dejamos llevar por convencionalismos sociales, por normas arbitrarias ajenas a lo que de verdad sentimos y a lo que quisiéramos ser y hacer; sin contar con las reflexiones que me acompañan permanentemente, relacionadas con decenas de valores morales, filosóficos incluso, que deberían conformar nuestra esencia y lo que en realidad somos, por encima del materialismo al que tanta importancia, por desgracia, se le da como algo indispensable para ser feliz.
Os puede parecer que todo esto nada tiene que ver con el mundo literario, que son dos parcelas independientes ocupando mi vida. Pero no es así, en mi caso están íntimamente relacionadas porque fue mi necesidad de transmitir todo esto lo que me llevó a escribir, a adentrarme de lleno en la literatura y permitir que me "picara" un gusanillo cuya roncha creo que ya no desaparecerá jamás.
Desde que hace siete años una crisis personal me empujó a hacer inmersión en el mundo de lo literario he escrito tres obras, compaginándolas con el tiempo dedicado a mi vida personal, familiar y profesional (ajena por completo a todo esto): "Ellas también viven. Relatos de Mujer" (Círculo Rojo), "Los colores de una vida gris" (Amazon) y "¿A qué llamas tú amor?" (Palabras de agua), tres obras de género realista y de corte intimista repletas de emociones y sentimientos, y con un fuerte componente de reflexión de fondo en cada una de ellas. Porque a mí, a la hora de escribir, lo que más me interesa por encima de cualquier otra cosa es contar y transmitir, hasta el punto de no concebir la literatura enfocada al simple entretenimiento. Yo siempre busco algo más cuando escribo una historia. Y ese "algo más" se traduce en un mensaje escondido tras las letras, tras la hilación de sucesos que se van sucediendo a lo largo de la trama, tras las conversaciones entre sus personajes, tras sus reacciones... Las historias ficticias que cuento son, en cierta forma, una especie de excusa que da forma material a la esencia de la novela, a lo que resulta ser su verdadero leitmotiv, y que no es otra cosa que esa especie de crítica social encubierta, esa perspectiva distinta a la hora de analizar una situación aparentemente común, esa manera alternativa de interpretar un mensaje que no tiene un significado único aunque lo parezca, esos sentimientos ajenos con los que tal vez no hayamos empatizado nunca, esa llamada de atención sobre aspectos rutinarios que nos pasan desapercibidos por habituación a ellos, no porque carezcan de importancia... En una palabra y hablando en plata: cuando escribo me gusta sacudir al lector, "tocarle las narices" para que reaccione, para que saque a la palestra su forma de pensar con respecto al tema de fondo que planteo en la historia y hacer que se posicione, que alabe la actitud de los personajes o los critique, que se defina y se diga a sí mismo si está en lo cierto o, por el contrario, termine rumiando mentalmente las conclusiones que ha extraído al cerrar las tapas del libro para llegar a la conclusión de es posible que estuviera errado en sus convicciones. Por eso me gustan los lectores activos, los lectores que se implican, que no se dejan llevar placenteramente y sin más por la historia que se les cuenta.
Tal vez porque aterricé en el mundo literario por casualidad y sin pretensiones, y porque concibo la literatura como un vía preciosa para hacer sentir, canalizando a través de ella lo que pienso, lo que analizo, lo que reflexiono y me parece de interés, es por lo que deseo seguir construyendo historias de ficción que emocionen e inviten a la reflexión, escritas de la forma más bella y elegante posible —porque la literatura es un arte, no lo olvidemos nunca—, con la intriga y el suspense necesario para que su lectura sea ágil y placentera, y con los giros esenciales a lo largo de su trama para despertar por ella un mayor interés. Pero historias fieles a mí misma y centradas en esa psicología social y humana que siempre resultó ser mi pasión y que ha copado gran parte de mis lecturas a lo largo de tantos años.
Por seguir rompiendo esquemas confesaré que soy una "escritora" atípica, o más bien, alejada del estereotipo que los lectores tienen en mente cuando los imaginan: no conozco eso que llaman "la soledad del escritor" —porque difícilmente consigo quedarme sola—, no sigo rutinas ni tengo hábitos de escritura —lo hago en cualquier sitio, a cualquier hora y sin frecuencia establecida— y no sigo siempre un mismo método; eso sí, no me conformo con un resultado cualquiera. No me dejo llevar por las exigencias de los lectores, del mercado o de las editoriales, no persigo llegar a la cima y no me preocupa en exceso no ser leída por grandes mayorías. Y tampoco sé qué se siente ante una página en blanco que no se sabe cómo romper; solo me puedo permitir sentarme cuando ya sé lo que quiero contar y cómo hacerlo. Quizás por ello, y por algo más, me cueste tanto calificarme a mí misma como "escritora".
Continúo trabajando, atendiendo a mis obligaciones personales y a las que mis hijos y demás familia me imponen, con tiempo escaso para dedicarme a esta afición preciosa que me tiene conquistada, pero con ánimo, con mucho ánimo de seguir encontrando cómplices de las historias que me gusta contar y que ya están escritas o están por venir, y con la pretensión de alcanzar su mente y sus corazones de la forma más bella y entretenida posible, haciendo que su efecto perdure una vez leída la última palabra.
Mil gracias al equipo de Libros que voy leyendo por cederme este espacio en su blog y por esta oportunidad de abrirme a sus lectores con libertad.