Macbeth

Publicado el 01 enero 2016 por Gerardo Pérez Sánchez @gerardo_perez_s
Resulta muy reconfortante descubrir a nuevos cineastas gracias a un debut profesional destacado. Es el caso del prácticamente desconocido realizador australiano Justin Kurzel, que se ha atrevido en su segundo largometraje a asumir una adaptación cinematográfica de la tragedia “Macbeth”, de William Shakespeare. En esta ocasión, además, la dificultad es doble, puesto que, a la magnitud del proyecto de trasladar a la pantalla grande esta obra cumbre de la literatura universal, se añade la exigencia de obtener un resultado a la altura de otras películas que le han precedido, basadas también en el mismo texto. Desde la versión de Orson Welles en 1948 a la de Roman Polanski en 1971, pasando por la de Akira Kurosawa en 1957, la dramática historia admitía poco margen para el asombro, la audacia y la creatividad. Sin embargo, y contra todo pronóstico, Kurzel firma un riguroso, contundente y emblemático film que aspira con argumentos a compartir idéntico nivel al del resto de sus antecesores sobre tan simbólico personaje. Se trata de un largometraje que se sirve de la tragedia y del drama como vehículos artísticos, por medio de una sobria ambientación y de una tenebrosa plasmación visual. Ambiciosa en su planteamiento, a ratos violenta, en ocasiones lúgubre y siempre trascendental, presenta de forma cruda y visceral y dentro de una trama intemporal las más bajas pasiones del ser humano. El relato arranca cuando el duque Macbeth es depositario de la profecía de un trío de brujas, que le anuncian que un día se convertirá en monarca de Escocia. Cegado por la ambición y por el ansia de poder, y alentado por su propia esposa, conspirará para arrebatar el trono al rey Duncan, al que terminará asesinando. Culpará del crimen a sus guardias, logrando de ese modo que la corona recaiga sobre su cabeza. Pero desde entonces la culpa y el remordimiento obrarán su terrible transformación de glorioso guerrero a oscuro rey. Tal vez este título no convenza a los espectadores proclives a un tipo de acción más convencional, ya que aquí posee unos tintes épicos y filosóficos que la alejan de los actuales y más frecuentes conceptos de intriga y ritmo. En este sentido, parte del público podría interpretarla como una presentación elaborada pero aburrida, o como una puesta en escena trabajada pero poco efectiva, teniendo en cuenta sobre todo la excesiva duración del metraje y la notable densidad de la filmación. Por lo tanto, para disfrutar de esta propuesta, es preciso dejarse arrastrar tanto por el universo shakespeariano como por el afán de experimentación de un director emergente que, detrás de cada plano, manifiesta la existencia de la mano de un artista. Además de una muy meritoria labor de fotografía, destaca sobremanera el capítulo interpretativo. El acertado elenco está encabezado por una pareja de actores cuyas actuaciones son sobresalientes. De un lado, Michael Fassbender, un auténtico fuera de serie delante de la cámara, que ha impartido maravillosas lecciones de interpretación en algunas películas imprescindibles para los amantes del cine, como “Un método peligroso”, “Shame” o “12 años de esclavitud”. En breve nos volverá a deleitar en el biopic “Steve Jobs”, por cuyo papel del magnate informático ya ha recibido numerosos premios y nominaciones. Tal vez suene a sacrilegio, pero creo que su presencia provoca un efecto similar a la de Marlon Brando en su época. De otro, la encantadora Marion Cotillard, ganadora de la estatuilla dorada por “La vie en rose”, y con un registro de extraordinarios personajes a sus espaldas. Sus apariciones en “Dos días, una noche”, “De óxido y hueso” o “Enemigos públicos” evidencian un talento indiscutible. Un auténtico lujo para cualquier reparto.
Trailer en castellano

Trailer en versión original

Datos del filmPelícula: Macbeth.
Dirección: Justin Kurzel.
País: Reino Unido. Año: 2015. Duración: 113 min. Género: Drama.
Reparto: Marion Cotillard, Michael Fassbender, Jack Reynor, Paddy Considine, David Thewlis, Sean Harris, Elizabeth Debicki.