Macedonia

Por Orlando Tunnermann
           
Sin pena ni gloria paso como un fantasma por la insustancial Kosovo, que no tiene nada más que ofrecerme salvo una insípida reconstrucción sin galones ni condecoraciones reseñables. Como ciudad moderna la veo casi estoica y flemática, neutral y carente de ambición estética.
Si acaso es interesante acercarse a la población de Kukësi para observar el curso del precioso río Drin negro (285 kms), el más grande del país.
MACEDONIA
Entro de lleno en Skopje (Skopie).
Hay una gran diferencia estética entre la zona vieja y la nueva. Me apercibo de ello con una mezcolanza de extrañeza y fascinación. A través de denso tráfico observo calles sucias repletas de trampas urbanas a modo de socavones y demás desperfectos.
Me recuerda esta zona antigua a la inmundicia de Nápoles o Génova. No por ello deja soterrada su belleza: está debajo de ese manto afeado, bajo la estela de manchurrones, desconchones y basura.
Es una belleza degradada, negligente, arrumbada, fruto de la precariedad y falta de medios a causa de un pasado demasiado aciago.
Sin embargo, la zona moderna y monumental se transforma, especialmente de noche, como una coral de cisnes de oro. Skopje, una ciudad segura que mira a las más eximias capitales europeas sin pudor, se torna lumínica y espectacular cuando se apagan las luces del cielo.





Se come de fábula en los idílicos bulevares parisinos y repletos de puentes ostentosos frente a la Ópera o el Teatro.
La prístina Uskub en tiempos de hegemonía otomana, cuna de Santa Teresa de Jesús, fue reconstruida, un 80%, tras el desolador terremoto del año 1963.
El resultado de ese trabajo impagable e ímprobo dejará patitieso al más pintado. Encantadores son los restaurantes junto al río Vardar, donde puedes pagar en euros, como también los autobuses rojos de dos plantas que evocan a aquellos londinenses.
Es imprescindible recrearse en el bazar turco, uno de los más grandes e importantes de Europa.
Regresando al “inframundo” de la zona antigua, de neta fisonomía otomana, muchas mezquitas y el Museo de la Ciudad, antiguamente la estación de trenes. Desafortunadamente quedó destruida tras el terremoto.