Día de Año nuevo y apenas se notaba el cansancio de tantos días festivos de reuniones familiares, porque todos continuaban con los preparativos con la misma ilusión.
Afuera había un sol brillante, pero el frío era tal que helaba hasta los huesos. Dentro crepitaba un fuego en el amplio salón y la masía campestre estaba cálida, más por el ambiente que se respiraba que por los grados de temperatura, pero era muy agradable.
Celebrando el primer día de un nuevo año lo mejor era disfrutar del optimismo de un nuevo comienzo, de nuevas posibilidades y de ideas que emanaban para convertirse en realidad en algún momento.
Virginia estaba en la cocina de su abuela, ese lugar donde siempre se sentía cómoda, entre perolas y cazuelas antiguas, con unos papeles de recetas en sus manos y ordenando preparativos con placer.
La comida del día era importante, una gran parte de la familia se reunía en la gran casa para celebrarlo y había muchas cosas por hacer. Su madre andaba de un lado a otro, pero ella tenía todo perfectamente controlado, hasta iba pensando enfoques de cámara con ese ojo artístico tan bien desarrollado.
El plato principal sería un asado, un par de buenas fuentes suficientes para contentar a los grandes comensales, y exquisitamente preparadas para hacer felices a los cocineros de la familia, especialmente su abuela y su madre. Lo acompañaría con unos entrantes más modernos, se había traído algunos ingredientes fetiche y eso le concedería algunos aplausos.
Virginia estaba feliz. A pesar de que los excesos gastronómicos son muchos, aún queda un último esfuerzo para compartir. Una mañana ajetreada pero fascinante.
Se oyen golpes en la puerta, ya llegan algunos invitados que quieren aprovechar bien el tiempo en familia. Más correteos, alguna pelota rebotando, un poco de música de fondo, charlas y risas …
En un momento dado unos pasos tranquilos se acercan a esa cocina, suaves pero seguros. El abuelo Pedro tiene una tarea pendiente y su nieta le ve recorrer la despensa recogiendo sus ingredientes preferidos: Manzanas, peras, naranjas, kiwis, plátanos, un bote de melocotón y otro de piña en almíbar.
Se hace con un perol enorme, de color granate, que lleva media vida con él y busca un rincón tranquilo en el mirador del salón. Una ajada tabla de madera y un cuchillo afilado es cuanto necesita.
Los rayos de sol acompañan a ese filo que va mondando cada pieza de fruta y picando cuidadosamente los trozos. Vuelca todo en el perol hasta que consigue una cantidad suficiente para todos los invitados.
Se gira hacia un lado y descubre a Virginia mirándole, apoyada en la pared y absorta en sus movimientos, porque sabe que es una labor que se repite año tras año, con paciencia, con esmero y le deleita poder verlo.
-Niña, acércate – la llama desde su mesa.
-Abuelo, ¿ya estás preparando nuestro plato preferido? – se sienta junto a él.
-Pues claro –le responde – ya sabes que es un bocado que no puede faltar para cerrar este ciclo. Nos sentará a todos muy bien.
-¿Qué te falta?, ¿quieres que te ayude? –pregunta Virginia.
-Mira, sólo hay que añadir el zumo de naranja y el toque secreto – le guiña un ojo.
Virginia se levanta y se dirige al mueble bar, sabe cuál es el secreto, lo conservará durante toda la vida.
-Aquí tienes – le acerca una botella de licor casero de frutas – cosecha de este año.
-Gracias – la abre y le echa un buen chorro a toda la fruta – tendrás que guardar muy bien la receta familiar. Ocúpate de que se conozca, el conocimiento se comparte y este sencillo plato merece estar en todas las mesas.
-Lo haré con gusto – responde.
El abuelo Pedro cierra el perol con su tapadera y lo vuelve a llevar a la despensa donde se mantendrá fresco hasta el momento del postre. Ahora ya está satisfecho y puede descansar otro rato. Toda la familia disfrutará de un plato que llevan años preparando justo el mismo día, Año nuevo, un nuevo comienzo.
Ahora puedes continuar tu propia historia…
#larecetaviajera
Detalles de una historia...
Esta aventura de #larecetaviajera me ha proporcionado más placer y diversión del que podía imaginar. Desde que Raquel, Luisa, Patry, Virginia, Laura y yo coincidimos por fin un día fabuloso en Madrid para un taller de fotografía, creo que se puso en marcha una maquinaria que ya no se puede parar.
Mucha inspiración, motivaciones comunes, una afinidad magnífica y sobre todo ganas, muchas ganas de hacer cosas.
La receta viajera es una más, otro reto que nos planteamos para comenzar este nuevo año. Solamente consistía en que cada una enviaba a otra una receta familiar especial, y además lo teníamos que hacer a la vieja usanza, con un correo postal, un matasellos, y una ilusión incalculable. Cuando a mí me llegó el sobre de Virginia no os imagináis la emoción que sentí, porque ya apenas se reciben cartas. Leerla y ponerme manos a la obra para pensar cómo homenajear esta historia familiar suya fué un gran reto.
Espero haber estado a la altura. GRACIAS a todas chicas por este gran juego que hemos compartido.
Aquí os dejo la recopilación de la receta. Gracias Virginia por esta inspiración.
Ingredientes:
- 1 Manzana
- 1 Pera
- 1 lata de Melocotón en Almíbar.
- 1 Lata de Piña en almíbar
- 2 Plátanos
- 2 Naranjas
- 1 Kiwi
- Zumo de Naranja
- Parte del Almíbar de las frutas o 2 cucharadas de azúcar.
- Un chorrito ligero de licor de la fruta a elección o de Ron.
Elaboración:
Pelamos las frutas, las limpiamos de pieles y las troceamos en trocitos pequeños, de forma que hay que tener en cuenta que al llevarte una cucharada a la boca, quepan la mayor cantidad de frutas posibles.
Se mezclan bien y se les añade el zumo de naranja, el almíbar (o azúcar al gusto), el ron o licor y unas hojas de menta troceadas con la mano.
Se enfría bien y se sirve en el postre. También se puede tomar a temperatura ambiente para los más frioleros.
Dime que es Viernes: gastroblog.