Macedonio Fernández.
Papeles de Recienvenido
y Continuación de la Nada.
Barataria. Sevilla, 2010.
No sólo por su imposible biografía, hasta por su nombre aquel raro que se llamó Macedonio Fernández (Buenos Aires, 1874-1952) parecía un apócrifo. Toda su vida estuvo escribiendo una novela, la de su vida, y sólo cuando murió se comprobó que no era una invención de Gómez de la Serna y de Borges, que escribió a su muerte un texto de despedida al que pertenecen estas líneas, excepcionales por el afecto que manifiesta alguien tan habitualmente pudoroso:
Macedonio perdurará en su obra y como centro de una cariñosa mitología. Una de las felicidades de mi vida es haber sido amigo de Macedonio, es haberlo visto vivir.
Inclasificable narrador, precursor de la poesía ultraísta, ensayista irreverente, es uno de los autores que más influyen en la literatura argentina contemporánea. No sólo en Borges, claro. Ricardo Piglia hacía en 1992 en su novela La ciudad ausente un homenaje a la figura de Macedonio y a su capacidad para hacer de la perplejidad un instrumento narrativo.
Fue más que un precursor un escritor que rompió con lo anterior y asumió el vanguardismo no sólo como un estilo, sino como una forma de mirar la realidad y de estar en el mundo. Nieto de Sócrates, como Cervantes, por quien siempre manifestó una admiración sin límites, percibió la importancia de la lengua oral en la literatura. Es Borges otra vez el que lo recuerda menos en la lectura que en la conversación:
Antes de ser escritas, las bromas y las especulaciones de Macedonio fueron orales. Yo he conocido la dicha de verlas surgir, al azar del diálogo, con una espontaneidad que acaso no guardan en la página escrita.
Papeles de Recienvenido y Continuación de la Nada, los dos libros que reunió en un volumen en 1944, son dos manifestaciones de esa literatura radicalmente renovadora que usa el humor absurdo como arma destructiva de la lógica y como reflejo de una realidad absurda.
El misterio, el milagro de la irracionalidad y el escudo humorístico quedan reivindicados ya en Salvedad, el texto con el que justifica la publicación del libro:
Si muchos miedos, y una constante imposición del Misterio, hacen humorista, nadie escribirá más alegremente, hará más optimistas que yo.
En Papeles de Recienvenido (Ser "recienvenido" en Buenos Aires ni por un momento se perdona; es como insolencia) reunió las confesiones de un recién llegado a los ambientes literarios de Buenos Aires, los capítulos de una autobiografía del recienvenido con sus esforzados estudios y sus brillantes primeras equivocaciones (Alguien dirá: ¡Pero Recienvenido, otra vez de cumpleaños! ¡Usted no se corrige! ¡La experiencia no le sirve de nada! ¡A su edad cumpliendo años! Yo efectivamente entre amigos no lo haría. Mas en las biografías nada más exigido.)
Y en una segunda sección emuló la oratoria de un hombre confuso en los Brindis a Gómez de la Serna, a Jules Supervielle o a Gerardo Diego (Aceptad con certeza de afecto y apreciación de vuestros talentos la sinceridad de esta demostración. Sería indiscreto de mi parte intentar un encomio y examen de aquéllos. La salutación a un visitante que se hace querer es todo el significado de lo momentáneo actual. He dicho).
En Continuación de la Nada, que publicó como segunda parte (o mitad inconfundiblemente 2ª) de Papeles de Recienvenido, reunió cinco poses fotográficas para trazar una autobiografía, seis capítulos sobre él mismo como el Bobo de Buenos Aires y nueve temas del libro que se despide.
En su obra no sólo reflejó su personalidad: criticó con ironía y distancia –aunque formaba parte de su mismo carácter- al prototipo porteño que se mueve entre el desorden y la disculpa, entre la siesta y la retórica superficial, entre los brindis en las inauguraciones y el ingenio chistoso que advierte al lector:
Déjeseme prometer para algún día el trabajo coherente y sistemático sobre Comicidad, Chiste y Humorismo. El material y la doctrina casi están; faltan la disciplina y el orden, virtudes a veces útiles e importantes y que la economía mental del lector estima altamente.
Los dos títulos los publica Barataria en su espléndida colección Humo hacia el sur con el Retrato de Macedonio Fernández que escribió Ramón Gómez de la Serna y sirvió como prólogo en 1944. De ese retrato prologal son estas palabras:
Macedonio Fernández es un admirable criollo que desde el pórtico de su escondida estancia es el que más ha influido en las letras dignas de leerse pues lo que él encontró es el estilo de lo argentino, fue como el hallazgo de la arquitectura manuelina para Portugal.
Creador febril y visionario, en Macedonio Fernández vio Borges no sólo al maestro, sino un ejemplo de dedicación absoluta a la literatura:
Definir a Macedonio Fernández parece una empresa imposible; es como definir el rojo en términos de otro color; entiendo que el epíteto genial, por lo que afirma y lo que excluye, es quizá el más preciso que puede hallarse.
Santos Domínguez