Yo fui el director de ese pabellón, que además de ser el pabellón mas visitado de todos, también fue el que mejor conectaba con la esencia de la Exposición, que era el concepto de "Fiesta". Pero, a pesar de aportar esos valores a la Muestra Universal, el pabellón fue acosado por los organizadores e la Exposición, capitaneados por Jacinto Pellón, que les negaba, en contra de los reglamentos del BIE y después de haberle cobrado su cuota de participante corporativo, algunos de los derechos y privilegios que le correspondían. Se le negaron las entradas al recinto a que tenía derecho, se les excluyó de las rutas de visitas y hasta se le amenazó con privarle del derecho a que la Exposición celebrara el "Día Oficial de Tierras del Jerez".
Ante la falta de reconocimiento y frente a la hostilidad oficial, el pabellón recibió el cariño de sus millones de visitantes, se convirtió en centro de comidas de negocios y transaciones comerciales y su logotipo fue premiado como el mejor de toda la Expo 92.
La mayor agresión al pabellón fue colocarle a escasos metros la plaza de los jóvenes, con el Yumbotrón, un especio desde el que emitía música con un nivel de decibelios que superaba con creces el máximo permitido por las ordenanzas municipales de Sevilla y que impedían al pabellón jerezano desarrollar con brillantez su ambicioso programa de exhibiciones musicales, que incluyeron conciertos de Alejandro Sanz, Lola Flores y muchos otros interpretes de primer nivel.
La reina de España, demostrando tacto y quizás para compensar las injusticias que el pabellón padecía, lo visitó en dos ocasiones, como también lo hicieron otros personajes, entre ellos el por entonces ministro de defensa, Suarez Pertierra, que, mientras comía en uno de sus restaurantes, comentó: "Ojalá Pellón no se entere de que he estado aquí", demostrando de ese modo la animadversión oficial al pabellón jerezano.
A mediados del periodo de apertura de la Expo, después de que Jerez amenazó públicamente con interponer demandas judiciales contra la organización, algo que finalmente hizo, las cosas se fueron enderezando: el espacio festivo Plaza Sony limitó sus decibelios agresivos y al pabellón le fueron concedidos dos de sus derechos negados: la celebración del día oficial de Jerez, que se hizo el 21 de septiembre, y le fueron entregadas las entradas gratis que le correspondían, aunque por desgracia tarde, sin que hubiera podido realizarse el plan previsto de visitas de colegiales y estudiantes jerezanos al pabellón, porque ya estaban de vacaciones.
En todo el proceso de acoso a Jerez, conocido por las autoridades porque la prensa lo reflejaba en sus páginas, el mundo oficial español guardó un silencio vergonzoso y fue cómplice de la injusticia.
El pabellón se sentía sólo en aquella lucha contra el inmenso poder de la cúpula de la Exposición, pero siempre pudo contar con el apoyo explícito de la oficina del Comisario Olivencia, que no debia estar de acuerdo con la línea de marginación y acoso desplegada por la Sociedad Estatal. Para demostrar ese apoyo, el comisario Olivencia se desplazó al pabellón, donde se hizo ver ante los medios y conversó con el alcalde de Jerez.
Aunque hoy, en una España acostumbrada a las injusticias, abusos y estafas del poder, lo ocurrido a Jerez en la Expo 92 parezca casi normal, entonces resultaba insólito, doloroso e incomprensible en una España democrática que creíamos que existía, pero que ya estaba muerta.
Francisco Rubiales