No se trata, por tanto, de un problema de violencia doméstica o intrafamiliar, como pretende catalogarlo eufemísticamente la ultraderecha, sino de estricta violencia machista. No se matan entre sí, tanto hombres como mujeres. Es el hombre el que ejerce violencia contra la mujer y la asesina, simplemente, por no dejarse utilizar como un objeto a su disposición y rebelarse contra la humillación a que se la somete. Reconocerlo no es ideología, sino pura constatación de la realidad. Lo demuestra empíricamente el Estudio Mundial sobre el Homicidio 2019, elaborado por la ONU, cuyos datos demuestran que el 90 por ciento de los homicidios de mujeres los comete el hombre. Y esclarece que son ellas, las mujeres, las que “soportan la mayor carga de los homicidios cometidos por sus parejas íntimas y por su familia”. Hablar, pues, de protección a la mujer y de feminismo (igualdad) no es ideología de género, sino de derechos y respeto de las personas, además de justicia a las víctimas de un tipo de violencia particular insoportable: la que se ejerce sobre la mujer por parte de ese machismo que todavía ciega a algunos hombres hasta convertirlos en asesinos.
En cualquier caso, la mate un familiar o un extraño, lo determinante es que la mujer es víctima de una violencia machista que resulta de la desigualdad y los estereotipos de género que aún prevalecen en nuestra sociedad, tan patriarcal, misógina y machista como anhela la extrema derecha y el conservadurismo más rancio y trasnochado de un sector tradicional de la misma. Una mentalidad y unas costumbres que hacen del hogar el lugar más peligroso para la mujer, y del verano, como el actual, la estación más mortífera para su vida. Es terrible la estampa de una mujer -madre, hija, pareja, expareja o desconocida- asesinada durante el verano -o cualquier otra época del año- por un hombre todavía culturalmente dominado por un machismo troglodita. Debemos corregirlo como sea, ya: los políticos, legislando leyes igualitarias; la justicia, aplicando leyes de protección a la mujer; y los ciudadanos, votando en contra de los que banalizan y menosprecian la violencia de género y la igualdad de la mujer. Todos podemos hacer más por erradicar esta lacra.