Parece un cuadro en movimiento Florence Welch. La Venus de Botticelli o Las bailarinas de Degas. Irradia. Más que carisma, lo suyo es trascendencia. Tan pelirroja, tan descalza por el escenario del Mad Cool. Energía y poderío. Voz hermosa que seduce como su propia figura, tan poco terrenal en ese vestido que se ondula al ritmo de 'What kind of woman', 'Dog days are over', 'Never let me go' o 'Hunger'.
En una noche de lo más monárquica en el Mad Cool, Florence es la verdadera reina, la que más público congrega de los 70.000 asistentes que están repartidos este sábado por el recinto. Tiene al gentío hipnotizado con su etéreo dinamismo. 'Shake it out' y 'Rabbit heart (raise it up)' para terminar un repertorio de una quincena de temas con un sonido limpio y potente, como siempre en este escenario tan grande. Una bonita ceremonia.
VIVA LA REPÚBLICA
Viva la república, niño. Pero no esta noche en la que Royal Blood chapan la jornada con una tralla importante. Se nos olvida lo cansados que estamos tras cuatro días de jarana gozándolo con Mike Kerr y Ben Thatcher. Menuda pegada tiene este par de dos. Su tercer disco, 'Typhoons', es buenísimo. Con el tema titular empiezan. 'Trouble's coming'. No falta el solo de batería. 'Figure out', 'Out of the black'. Una actuación compacta y contundente. Salen victoriosos en la madrugada. Son un cañón.
Los reyes. Kings of Leon, digo. Tan estáticos y eficaces como casi siempre. Hacen fácil lo difícil. 'The bandit'. 'Waste a moment', 'Radioactive'. No vamos a descubrir ahora que son una banda grande, pero pasan los años y lo siguen siendo. El repertorio, perfectamente ejecutado, así lo constata: 'Closer', 'Crawl', el viaje al pasado con 'Molly's Chambers'. Caleb está de buen humor y dice que le gusta mucho Madrid (no parece, esta vez, una frase hecha). Qué bien lo pasa la concurrencia con 'Sex on fire' para terminar. Han estado bien.
Estupendos estuvieron los tapados del día, The Struts, en el escenario seis. Una carpa en la que hace aún más calor que fuera pero donde todo el mundo suda rock. Tres de cada dos médicos recomiendan sudar rock, así que aquí estamos. Guitarrazos a lo Rolling Stones, Aerosmith, un poco de glam. Lo que viene siendo un fiestón a 122 grados Fahrenheit. ¿Y qué? Nos sobrevuelan cervezas: así de divertido.
PIXIES SON UN GÉNERO EN SÍ MISMO
Cuesta mucho ver todo lo que quieres ver en Mad Cool. Apenas podemos dedicarle un ratito a Leon Bridges, que es todo elegancia soul. Más tiempo estamos con , que hacen lo suyo, lo de siempre. Mientras les vemos cuesta saber no ya en que día estamos, sino en qué año o qué década. Así de impertérritos y duraderos son. Leyenda también. Así lo corroboran 'Monkey gone to heaven', 'Caribou', 'Where is my mind?', 'Here comes your man' o 'Debaser'. Los de Black Francis se han pasado el indie tantas veces que son un género en sí mismo. Un bonito atardecer este en el que encontramos a muchos amigos en el lugar que ya es nuestro punto de encuentro fijo: delante a la derecha del escenario principal.
Editors me flipan desde siempre. Es por ello que, aunque coincidan trágicamente con Florence, hago una incursión blitzkrieg y cruzo de lado a lado el festival para presentarles mis respetos. 'The racing rats', 'Papillon' o 'An end has a start' hacen especialmente doloroso este encuentro fugaz, pero los ratitos que nos dedicamos unos a otros son muy importantes, por cortos que sean.
Caminar y caminar. El Mad Cool es senderismo extremo por el desierto de Valdebebas. Ríete tu del Gobi, el Sáhara o el mismísimo Death Valley. La muerte en vida porque no veas lo que cansa pasarlo que te cagas. Porque lo pasamos bien. El cuarto día todo sigue funcionando perfecto por aquí dentro. Más allá de caídas de cartel de última hora, nada chungo. Un festival sin comunicado de disculpas es ya algo noticiable.
Este sábado no había coche así que la vuelta la hice en metro sin problemas hasta Nuevos Ministerios y desde allí un taxi a Carabanchel por 20 euros. Lo comento por todo lo de Uber, que ya os vale. Cuando empezaron a operar en la ciudad os flipaba que os regalaran una botella de agua y ahora os la están cobrando a precio de oasis en el desierto. No se podía saber.