Madeira: los carreiros do monte

Por Merche_62

Por la mañana nos dirigimos hacia el teleférico que se encontraba a unos veinte minutos caminando desde el hotel, pagamos las entradas y montamos. 

Desde lo alto veíamos una gran panorámica de Funchal destacando el verde de sus montañas. En unos minutos llegamos A la cima.


Visitamos otro de los jardines emblemáticos de la ciudad de Funchal, el Monte Palace Botanical Gardens. 


Pagamos la entrada y visitamos el Museo de Arte Africano con esculturas interesantes de varios países  y el Museo de Minerales.



Seguimos con el sendero de laurisilva hasta llegar más abajo al lago central rodeado de grutas, pasarelas, esculturas, azulejos y sobre todo flores y plantas típicas del Mediterráneo, tropicales y endémicas. Parecía un auténtico paraíso.



En el centro del parque se encontraba la antigua casa del Cónsul británico Charles Murray. De ahí subimos hacia los jardines orientales con reminiscencias japonesas y chinas.


Había un gran puente chino en forma de pasarela, unas puertas Tori, incluso réplicas de los guerreros de Xian y estanques con peces Koi, las típicas carpas que llegan a alcanzar hasta los 100 años.



Recorrimos el sendero de la zona norte donde pudimos observar en sus muros una colección variada de mosaicos antiguos, arcos y murales representando los 4 elementos.


Saliendo nos dirigimos hacia la zona donde se encontraban los “carreiros” do Monte. El día anterior, los habíamos visto junto al Santuario de Nuestra Señora de Monte.


Estaban esperando a los turistas para montarlos en sus carros y llevarlos a través de una larga calle cuesta debajo de 2 km, hasta casi llegar a la costa. 

Se decía que el recorrido entero se hacía con curvas y era de lo más emocionante. Así que nos animamos a vivir este divertida y curiosa experiencia.


Los carreiros do Monte llevan más de 100 años de tradición. Antaño servía como sistema tradicional de carga de mercancías por la larga pendiente de Monte y a día de hoy se ha convertido en una atracción turística, llevando dos personas a más de 30km por hora por una pendiente de más de 500 metros.


Los cestos eran de mimbre y madera y llevaban cojines para acomodar a los clientes. Una vez abajo, después de una buena dosis de adrenalina, bajamos del carrito y vimos cómo se organizaban los carreiros para volver a subir. Cada carro lo llevaban dos hombres agarrando unas cuerdas y los zapatos de goma que calzaban iban frenando cuando venían las curvas.


Pregunté a uno de ellos cuantos años llevaba como carreiro y me contestó que llevaba unos 20 años pero que con la pandemia estuvieron sin trabajo. Iban ataviados con pantalón y camisa blanca y sombrero de paja con el nombre de la isla.


Abajo esperaba un autocar que trasladaba a todos los carreiros de vuelta y los cestos eran subidos a un camión para volver a empezar en la cima.