Esta mañana realizamos una excursión con la agencia Madeira Sunrise Tours, donde recorrimos la zona este de la isla. Empezamos con Monte, a 550 metros.s.n.m.
Visitamos el Santuario de Nuestra Señora del Monte, siendo ésta la iglesia principal de la isla.
Al bajar nos encontramos a los "carreiros" que esperaban de buena mañana a los turistas para llevarlos en sus carros de madera y mimbre cuesta abajo por una calle larga que bajaba hasta llegar a la costa.
Nosotros lo dejamos para ir al día siguiente pues se decía que el recorrido entero se hacía con curvas y era de lo más emocionante.
Seguimos subiendo a 1818 metros al Pico de Aveiro, una de las zonas más altas de Madeira pero la niebla espesa apenas nos dejaba ver el monte, aunque si pudimos ver plantas como la ginesta, la flor amarilla típica del Mediterráneo.
Siguiendo la ruta, llegamos hasta Riveiro Frío, lugar idóneo para realizar una pequeña caminata de senderismo que nos llevó por la “levada” que son unas canalizaciones de agua con pendiente para transportar el agua de la zona norte de la isla, donde suelen haber más precipitaciones y llevarlas hacia el sur, con el clima más seco.
Caminamos hasta llegar a Balcoes, un mirador espectacular con bosque de laurisilva.
En esta zona había un tipo de bosque de laurel que abundaba en el pasado y fue inscrita en la lista de Patrimonios de la Humanidad en 1999, por su diversidad de flora y fauna endémica y por estar cubierta casi en su totalidad de un ecosistema forestal primario.
En Riveiro hacían cría de truchas que se podían degustar en sus restaurantes.
En el interior de ellas, (la mayoría eran casas museo) vendían productos típicos para degustar, así que probamos el vino de madeira seco con un “bolo de mel” que estaba delicioso.
Era una lástima encontrar tan pocas casas en el pueblo, pues apenas quedaban cinco o seis pero pudimos apreciar que las casas tenían dos plantas donde antaño en la parte superior conservaban el granero y la planta baja era donde se guardaba el ganado.
Paseamos por el pueblo y desde el mirador se veía el Océano Atlántico. Continuamos con el minibús hacia los acantilados de Faial con una vista muy bonita llamada “Peña de Águila”, una enorme masa de roca de 600 metros s.n.m. casi en vertical que se alzaba sobre el Atlántico.
Continuamos hacia Portela y de ahí hacia Punta Sao Lorenço, un lugar seco, casi desértico pero con hermosos acantilados donde apreciamos unos pináculos en el mar, junto a las rocas.
En uno de los miradores era casi imposible llegar porque el viento venía de cara, incluso era peligroso pero subimos para ver el otro lado de los acantilados.
Los peñascos que vimos llamados “caballitos de mar”, eran unos trozos de roca volcánica que el Océano Atlántico separó del peñasco original. El rojo y gris de la roca contrastaban con el azul intenso del mar.
Finalizamos en el pueblo de Machico, el primer asentamiento de la isla y que posee una playa artificial con arena traída de Marruecos. Era una extraña sensación sentirse en la playa con una arena tan dorada pues parecía que estuviéramos en el desierto del Sáhara.
Volvimos hacia Funchal para descansar y salir después a cenar.