Inmersa en esta nueva ola verde, cuando tomo una decisión para con mis hijos, o cuando reflexiono acerca de mi relación con ellos, pienso:
¿Cómo lo hacían las madres cuando vivíamos en las cuevas?
En esta nueva sección llamada Madres Cavernícolas me gustaría hablar de ello.
Ejemplo:
Hago una papilla de frutas a mis 2 hijos, ya sabéis, 1 manzana, 1 pera, 1 plátano y… ¡C……áspita, me falta la naranja! ¡Qué trastorno ir a por ella a la tienda!
Tengo 2 opciones:
1) Convertirme en una madre mártir, dejarlo todo e ir corriendo a comprar unas naranjas. Es decir, vestir a los niños, bajarlos hasta la frutería, y oír sus berridos porque están hambrientos y la merienda no llega.
2) Formularme la pregunta: ¿Cómo lo hacían las madres en las cuevas cuando faltaban naranjas? Y responderme: ponían la fruta que tenían en ese momento y Santas Pascuas.
Hasta ahora, siempre ha ganado la opción 2.
Como dije en este otro post, el progreso es bueno y no renunciaré a las comodidades de hoy para vivir mal como en la prehistoria. No se puede ni comparar la esperanza de vida de peques y mayores en la actualidad con la de nuestros ancestros. Pero el ser humano es un animal adaptado para vivir (y no sólo sobrevivir) en las cavernas.
Si tuviéramos más presente que nuestras antepasadas, las Madres Cavernícolas, parían y criaban hijos en las cuevas, seríamos más felices.
Hace 2 años, en mi etapa materno-primeriza-temprana hubiese ido hasta la China a buscar las dichosas naranjas. Ahora abro la nevera, miro lo que hay y doy las gracias por la abundancia y por no tener que ver a mi marido yendo a currar con lanza y taparrabos.