Es la expresión exacta que hay que emplear. Lo de “maternidad subrogada”, “vientres de alquiler”, y no digamos el calificativo de “altruista”, son puras perversiones del lenguaje para crear una dualidad imposible, para deshumanizar y desnaturalizar la gestación y despojar al hijo de la madre que lo llevó en su seno y lo parió, mal que les pese a los compradores de cuerpos de mujeres y por mucho que inscriban en los registros civiles otras filiaciones.
El aparato reproductor femenino no es una probeta de laboratorio, el embarazo conlleva una psique emocional, el desarrollo del espíritu maternal, de crianza y el vínculo irrompible con el nuevo ser, además de la inseminación intrusiva de semen desconocido, limitaciones, dolores, incomodidades, puntos quirúrgicos y un parto con el consiguiente riesgo. Todo esto aceptamos nosotras por el beneficio de ser madres de nuestros hijos. La utilización falaz del lenguaje intenta crear un imaginario interesado para esconder que lo que se busca es deshacerse la madre. Las candidatas son las débiles, que aceptarán venderse por presiones familiares interesadas.
El macho humano encuentra en la ciencia un nuevo camino para demostrar que es machote y de paso enardecerse con otro acto de dominación y colonización del cuerpo de la mujer. Este mercadeo con el cuerpo de las mujeres tiene nombre desde siempre, se llama prostitución. Y hay que ver quien promueve este desatino, padres resentidos de matrimonios frustrados, hombres inseguros y narcisistas, gais que quieren lo que la naturaleza no les ha dado pero sacan su parte macho para perpetuar sus magníficos e inigualables genes.
Habiendo tantos huérfanos en desamparo, si de verdad quieren criar un hijo pueden adoptar, así integran su amor en el mundo y resuelven sus ansiedades sin traficar con la vida de las mujeres. Se debe abogar por declarar la maternidad como un bien inalienable, fuera del comercio de los hombres, como lo es el resto del tráfico de órganos humanos.
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A vuela pluma
Historias para la prensa de Elisa Docio, ahora también en © Curiosón