Cuando
sale a la luz esta crónica todavía se desconoce qué capital de las tres
seleccionadas, Estambul, Tokio o Madrid, será la sede de los Juegos Olímpicos
de 2020, que supuestamente llevarán prosperidad, sudor, alegría y lágrimas allí
donde se celebren.
Pero si
la capital española fuera rechazada, ¿por qué no pensar en 2024 como fecha más
propicia aún que la que se dará a conocer este sábado?
Para
entonces Madrid necesitará construir menos instalaciones que ahora, teniendo en
cuenta que ya tiene cubiertas hasta el 80 por ciento de las demandas del COI,
el Comité Olímpico Internacional.
Madrid
competiría por cuarta vez, y seguramente le darían los Juegos por cansancio. Por
agotamiento olímpico, a pesar de que desde Francia se anuncia que París
presentará su candidatura para ese año.
Los
JJ.OO., nacidos casi 800 años AC., y que se mantuvieron regularmente durante un
milenio, fueron resucitados por un francés, el Barón de Coubertín, fundador del
COI en 1894, que creó las primeras competiciones dos años después en Atenas.
Luego,
París organizó las de 1900 y 1924. Quiere para sí las del centenario de su
última celebración, pero que Madrid vuelva por cuarta vez a presentar su
candidatura supone la lucha entre el cansancio de ver a tantos pesados españoles,
y la nostalgia de una fecha.
Tras
los juegos en América, en Río de 2016, la tradición indica que en 2020, o si ese año van a Asia, en
2024, deberían volver a Europa.
Sin
Madrid, las candidatas de 2020 son asiáticas: la otomana Estambul, porque no es la europea
Constantinopla, y Tokio porque está en Asia, y lejos de todo.
Aunque para 2024 podría aparecer una capital de país emergente, o incluso un emirato árabe de los que aspiran a los Juegos bañando al COI en oro y petróleo.
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SALAS