Por José Manuel Beltrán.
Real Madrid contra Atlético de Madrid. Cibeles contra Neptuno. En la noche del 24 de mayo, la mitad de Madrid estará de fiesta; la otra mitad mirará con nostalgia a su vecino aún a sabiendas que la gran triunfadora es la ciudad. Sus fuentes más emblemáticas esperan con paciencia la celebración.
El alegórico giro de sus respectivas cabezas con el que comenzábamos estas líneas no se tendría que producir ya que, en su original instalación, ambas fuentes se encontraban mirándose de frente. En 1.895, acarreando una gran polémica, se aprovecharon las obras de ampliación de la calzada del Paseo del Prado y de Recoletos para situar a la Cibeles en el lugar actual: en el centro de la plaza. Tres años más tarde, ocurrió lo mismo con la de Neptuno; eso sí, ambas ya no se retaban con la mirada. La de Cibeles encara hacia la calle de Alcalá –dirección Plaza del Sol-, dando la espalda a la Puerta de Alcalá, y la de Neptuno lanza su mirada hacia la Carrera de San Jerónimo.
Fue gracias a Carlos III, allá por los mediados de 1.700, cuando Madrid se reconvierte con nueva arquitectura ornamental imitando a otras grandes capitales europeas, italianas, francesas, austríacas y rusas. Así es como surgen la fuente de la diosa Cibeles, la Puerta de Alcalá y la de Neptuno.
La Cibeles se alza majestuosa sobre un carro encaramado en un gran roca. En sus manos, unas llaves y un cetro; dos leones, que representan a dos personajes mitológicos enamorados –Atalanta e Hipómenedes-tiran de su carro representando a la Tierra, a la fecundidad y a la agricultura. En su base o pedestal se hallan talladas una culebra, una rana y un surtidor que lanza agua por encima de los leones en forma de mascarón.
La fuente es en sí una maravilla -¡que va a decir de ella un madrileño!- y, a mi parecer, es una lástima que no pueda ser observada mucho más de cerca. Es posible, si el resultado de la final de la Champions es favorable al Real Madrid, que sus capitanes puedan tocarla y adornarla con la clásica bufanda merengue.
Neptuno reta a la diosa para atraer hacia él la gloria.
El “dios de los mares” presenta una estampa majestuosa apoyándose en su mano izquierda con un tridente y una culebra que se enrosca sobre su derecha. Dos caballos marinos, con cola de pez, tiran del carro en forma de concha. Los chorros de agua se elevan por medio de delfines y focas tallados sobre su base. Su imponente figura, con larga barba y cabellos extensos impone respeto, bien para desencadenar tempestades, bien para calmarlas.
Sin embargo no es el Real, Madrid me refiero, quien aquí celebra sus títulos. Lo hace su máximo contrincante, vestido con zamarra rojiblanca y por ello sus seguidores son apodados como los “colchoneros”: es el Atlético de Madrid. Curiosamente, de todos los equipos de la capital, es el único que en su escudo aparecen las imágenes del oso y el madroño, símbolos de la ciudad de Madrid.
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Fotografías: Turismo Madrid, Wikipedia y del autor.