Madrid, Madrid, Madrid (I)

Publicado el 12 junio 2014 por Benjamín Recacha García @brecacha

Pau llegó a Madrid con la mochila y las botas a punto.   Foto: Diego Caminero

Diego Caminero, alias El Psicólogo de Mr. Hyde, es uno de mis blogueros de referencia. Su Caminantes, que no zombies fue uno de los primeros blogs que seguí cuando caí en las redes de este mundo fascinante, hace año y medio, y desde entonces me enorgullece decir que hemos crecido juntos. No podía faltar, pues, en el recorrido del libro viajero por España. Si todavía no lo conocíais, apuesto a que después de leer su crónica viajera os picará la curiosidad por chafardear en su consulta virtual. Sí, es psicólogo, uno con mucho sentido común y una visión muy humanista del mundo que nos rodea, muy conectado con la realidad cotidiana. Sus textos son pequeños manuales para conservar y revisitar, aliñados siempre con un fino sentido del humor que encontraréis también en las siguientes líneas. Disfrutad del paseo por Madrid junto a Diego y la tropa de El viaje de Pau

Llevaba un tiempo largo preguntándome cómo sería ver Madrid con los ojos de un turista o de alguien que es de fuera, mochila en mano. Por eso me encantó la posibilidad de participar en la idea de Benjamín. El libro viajero me ha dado la posibilidad de viajar por mi propia ciudad, sólo y acompañado, como lo haría Pau, con su mochila y botas de andar. También a la hora de escribir este post pensé en utilizar otro personaje y algún que otro recurso, pero el cuerpo me pide ser yo mismo, como en un fotodiario de viaje.

Sólo me faltó Greñudo, aunque de alguna manera trotaba a mi lado de una forma invisible.

Al final he tardado más de lo que esperaba porque cambió mi disponibilidad inicial, así que mis disculpas. Suelo cumplir mis compromisos. También me ha servido para comprobar que Madrid da mucho juego a la hora de recorrerla con calma. Las fotos que vais a ver las tomé a lo largo de cinco días de dos semanas diferentes, en los que hubo más nubes de las que me gustaría, de cara a la luz en las mismas. Así que Pau para mí también es una especie de Señor de la Tormenta. Como el mítico amigo que siempre que viene de visita parece traer las nubes con él.

Me encontré con Pau en el intercambiador de Moncloa, que venía acompañado de cierta cangreja madrileña se re

El caso es que Pau enseguida se mostró activo y fuimos directos a casa para dejar las cosas y ponernos a andar por el barrio donde vivo ahora: Lavapiés.

El recorrido por Madrid empezó en el barrio de Lavapiés.   Foto: Diego Caminero

Desde luego que el nombre se las trae y complica la vida a los redactores publicitarios. Por ejemplo, para un evento que invitaba a hacer un recorrido gastronómico por varios bares de la zona para probar tapas, le pusieron Tapapiés (¡yo no fui, que conste!).

Parece que el origen podría venir de una fuente que había en la plaza en tiempos pretéritos. El imaginario popular sitúa las raíces del barrio en una judería y la fuente en cuestión sería donde se lavaban los pies antes de acudir al tempo. Nada más lejos de la realidad, pues los judíos no tienen esta costumbre, sino más bien los musulmanes.

Según el Ayuntamiento, sus orígenes se sitúan en el S. XV, en los asentamientos extramuros y en la existencia de un antiguo Matadero en lo que hoy es la zona del rastro. Situado en la cima de una colina, parece que utilizaba las empinadas cuestas para evacuar los restos sanguinolentos…

Ahora el barrio es una mezcla de culturas y razas y vive una de sus mejores épocas. No hace mucho, era una zona algo peligrosa con peleas frecuentes entre marroquíes y chinos. Ahora se está transformando en un centro cultural alternativo, con la popular calle Argumosa y la propia Lavapiés como una referencia para tomar algo con sosiego. En especial si te gusta la comida hindú es el lugar y hay numerosas alternativas.

Las cañas en Madrid, con su capa de espuma bien tirada.   Foto: Diego Caminero

Como Pau tenía fuerzas y quería vivir un poco el barrio de forma auténtica, lo vestí de corto y fuimos a echar unos tiros a las canchas de baloncesto del Parque del Casino de la Reina. En medio de un parquecillo animado y en los aledaños de un colegio podemos encontrar un entorno más propio del Bronx o de la filmografía carcelaria.

Pau ya puede decir que también ha jugado a basket en su viaje.   Foto: Diego Caminero

Aquí donde lo veis, ha sido sede de campeonatos de streetball y tiene hasta redes de cadenas. Su entorno es de lo más cinematográfico. Por las tardes y cuando hace buen tiempo en fin de semana hay gente de toda clase y color jugando. Yo mismo he jugado y he participado en partidos (alero, raza blanca tirador, como decía Andrés Montes) más como nexo social entre niños, adolescentes y mayores utilizando el basket como lenguaje y unión. Esto daría pie a utilizarlo como actividad social, como las películas americanas que vemos en que el boxeo se convierte en la alternativa a las drogas, situaciones complicadas familiares o mala vida en general. Quién sabe si algún día…

Pau encestó aprovechando un rayo de sol (oh oh oh) que se coló entre las nubes.   Foto: Diego Caminero

Siguiendo por Lavapiés no podía faltar la referencia que sale en tantas y tantas guías: el Rastro. Ese mercado compuesto por cientos de tenderetes y donde puedes encontrar de todo si tienes la paciencia necesaria para ello. Un mercadillo popular de todos los colores y una buena excusa para tomarse el vermú después de dar una vuelta por el mismo. Confieso que a mí me agobia bastante el tráfico de gente y tampoco me interesa mucho el tema de comprar buscando gangas. Pero sin duda merece la pena verlo al menos una vez. Eso sí, cuidado con la mochila y el bolso.

Por cierto, que el origen de su nombre viene de ese matadero que comentaba antes, pues al arrastrar las reses desde el mismo hasta las curtidurías aledañas, se dejaba un rastro de sangre que llegaba hasta el cercano Manzanares. De qué cosas se entera uno, gracias Wikipedia.

Estando en Lavapiés no podía faltar la visita al Rastro.   Foto: Diego Caminero

Pau compró un par de calcetines, más por insistencia de una gitana con la que entabló conversación que por necesidad real. Aunque bueno, nunca vienen mal un par de calcetines nuevos.

Y pasamos a otra zona cercana. Hay un triángulo muy genuino compuesto por Tirso de Molina, Lavapiés y La Latina. Y fuimos a este último. Es otra zona de ocio y para salir a tomar algo, un poco más top por así decir.

Después de recorrer Lavapiés, paseo por La Latina.       Foto: Diego Caminero

Aquí puedes encontrar desde lo más clásico a cocina de masterchef. También espectáculos y cultura. Espectacular este montaje que se han currado para The Hole. No la he visto, pero desde luego desde fuera llama la atención.

Espectacular letrero anunciador de The Hole 2.    Foto: Diego Caminero

Por cierto que esa amable mano con chaqueta negra haciendo de Mr Hyde pertenece a un amigo asturiano que también estaba de visita y que, curiosamente, también responde al nombre de Pablo. Entre otros.

No sé si os pasa, pero para mí las visitas son una excelente oportunidad de hacer algo nuevo. La rutina tiende a llevarnos por los mismos sitios y hacer un poco las mismas cosas.

Hay que decir que este barrio es un 90% del Atlético de Madrid, sobre todo por la cercanía del Calderón y el Manzanares. Así que fuimos a sentir un poco el fervor futbolístico en plan antropólogos, con algunas cañas de por medio. Era el partido final de la liga, contra el Barcelona y los ánimos estaban tensos e ilusionados a la vez. El partido fue muy del estilo del Atleti, con lesiones y remontada de por medio. Vamos, sufrimiento hasta el último minuto. Pero al final se llevaron la Liga y una alegría.

Así que Pau, Pablo y yo, con un Greñudo invisible y asombrado trotando a nuestro lado, seguimos la corriente de las masas hacia Neptuno. Tengo que confesar que el forofismo, en cualquier deporte, me parece todo un fenómeno de estudio. Entiendo la alegría, pero esa euforia desmesurada por algo que al fin y al cabo han ganado otros me fascina y aterra a la vez. Quiero decir, que tu vida sigue siendo exactamente la misma después del buen momento inicial.

Los atléticos celebraban la liga en plena campaña electoral.   Foto: Diego Caminero

Mientras caminábamos entre aficionados, cánticos diversos y lololós cada vez crecía en nosotros una sensación de extrañamiento. Mi amigo Pablo es del Sporting y tampoco un megaforofo más allá de la tierra y de lo social. Me recordó a cuando fui a Cibeles con unos amigos a celebrar la 7ª del Real Madrid, bastante más joven. Y nada, oiga, gatillazo de celebración futbolera. Fui incapaz de sintonizar y me evadí a las primeras de cambio.

En algún momento temíamos que la marabunta se percatara de que no éramos como ellos, en plan horda zombie. Así que cuando llegamos a un punto en que la policía te cacheaba para entrar en la zona de Neptuno, nos dimos la vuelta muy alegremente también. Ni qué decir que tanto Pau como Greñudo estuvieron más que de acuerdo.

Hasta aquí la primera parte del relato de Diego, que me ha prometido una nueva entrega para la semana que viene. Pau y compañía prosiguen su viaje. De hecho, desde su estancia en Madrid han visitado dos nuevos y preciosos destinos, en la costa Atlántica y Cantábrica, cuyas crónicas también se están cocinando. El viaje está llegando a su final, pero aún nos quedan bellísimas sorpresas por descubrir.