En el partido, tan popular como transparente y donde se ha asegurado que van a cambiar las normas para garantizar la reelección de muchos de sus munícipes, ya sondean a posibles voluntarios para la derrota: desde la vice-de-todo, la mandona Sáez de Santamaría, hasta la de la porra, la Cifuentes, que últimamente cultiva su imagen edulcorada de ir por libre, cual verso, como el decepcionante Ruiz-Gallardón, ministro de la marcha atrás. Al parecer, no encuentran ninguna figura sin carnet, de la abogacía o las empresas (un banquero no sería aconsejable), que dé el salto a la política con la que está cayendo, por lo que tienen que recurrir al banquillo.
Tarea complicada cuando la hinchada está deseando expresar su descontento con tantas reformas estructurales que siempre penalizan a los mismos, a los que pagan las entradas. Soportando tantos ajustes, ansían ajustar cuentas. Y la Botellano está para aguantar broncas de los desagradecidos ni el navajeo de los marianistas que afecten a su delicado cutis: prefiere irse al Spa. Así se os caiga una rama encima, parece murmurar en su despedida, mientras esboza una amplia sonrisa. La pobre.