A veces, más pocas que muchas (es el destino de los perfeccionistas, que no de los perfectos) me enorgullezco de mí mismo. Tan orgulloso estoy que voy a decirte en qué consiste para que también tú puedas estarlo, ¿quieres? Mantuve ayer una larga conversación con un amigo querido. De esto también os hablaré más adelante, de la pereza existencial que me da en los últimos tiempos hablar por teléfono con nadie y sin embargo la envidia, pequeña envidia (si es que existen tamaños de eso) que me dan esos, yo los he visto, que llaman y a los que les llaman todo el tiempo: “Qué tal zutanito, muy bien, corazón, estaba pensando en ti, pues anda que yo, qué haces, pues en Barbastro de concierto, no te puedo creer, sí hijo mío, no paro…”
A veces, más pocas que muchas (es el destino de los perfeccionistas, que no de los perfectos) me enorgullezco de mí mismo. Tan orgulloso estoy que voy a decirte en qué consiste para que también tú puedas estarlo, ¿quieres? Mantuve ayer una larga conversación con un amigo querido. De esto también os hablaré más adelante, de la pereza existencial que me da en los últimos tiempos hablar por teléfono con nadie y sin embargo la envidia, pequeña envidia (si es que existen tamaños de eso) que me dan esos, yo los he visto, que llaman y a los que les llaman todo el tiempo: “Qué tal zutanito, muy bien, corazón, estaba pensando en ti, pues anda que yo, qué haces, pues en Barbastro de concierto, no te puedo creer, sí hijo mío, no paro…”
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