A la hora de la verdad su estilo de dirección no me convenció (él mismo decía a Aurelio que "Personalmente no hago un estudio previo de la gestualidad que voy a usar. Evidentemente sé dónde están los gestos básicos de las obras que dirijo, pero mientras lo hago, no tengo una idea exacta predeterminada de cómo voy a resolver un determinado gesto hasta dos segundos antes de afrontar un pasaje. Intento dirigir de manera natural"), y aunque con estas palabras creo que queda claro, para mí hubo ampulosidad en exceso, gestos algo "dislocados" (ni finlandeses ni valencianos), cabeza empozada entre los hombros y encogido con los brazos hacia adelante cual Quasimodo exiliado, y lo mejor resultaba cuando casi estático dejaba que la orquesta dejase fluir todo el caudal sonoro (¿será psicología?) que las obras escuchadas atesoran, con ese empaste, homogeneidad y sonoridad redonda que su ¿estilo de dirección? no logró oscurecer, aunque faltó poco. De hecho en ninguna de las obras aportó nada que no estuviera escrito, esperando al menos una "mayor lectura" que sus ediciones de bolsillo que resultaron de igual resultado...La velaba comenzaba con el poema sinfónico La Bruja del mediodía, Op. 108 (1896) de un maduro Dvorak, obra difícil de ensamblar y conjuntar en distintos pasajes cuando desde el podio se hace tanto para no lograr la crueldad escondida del "argumento". Como bien escribe mi colega y amigo Ramón G. Avello en las notas al programa, "a Dvorak la idea de poema sinfónico le llega en su juventud... pero el cultivo de este género musical será en el compositor checo un fruto de madurez.". En este caso la profesionalidad de los músicos superó la dirección logrando una aseada narración de este cuento con final trágico.
Nuestra orquesta está madura en todos los sentidos, suena perfecta pero puede dar más de sí cuando se le exige, y creo que el director valenciano aún es juvenil para paladear este "bombón". Creo que nuestra formación sinfónica fue benevolente y dió más de lo que se le exigió, lo que siempre es de agradecer. Y las obras no eran todo lo agradecidas que ellos quisieran, pero ya llegará Pablo González con más R. Strauss y Shostakovich para corroborar que la OSPA sigue juvenilmente madura y sabe comportarse como tal.