Maestro ¿dónde vives?

Por Campblog
Un joven se puso a buscar la casa donde vivía Dios. La buscó por todas partes, por los sitios más recónditos y apartados. Interrogaba a todos y a todo lo que se cruzaba en su camino. Cuando preguntaba a los pájaros, éstos le respondían con sus mejores cantos. Si lo hacía a las flores del campo, contestaban lanzando su fragancia a los vientos. Si les preguntaba a los animales, éstos daban brincos y saltos de alegría. Incluso llegó a preguntarle al mar, quien le respondió con una suave brisa marina. No había duda de que conocían Dios, pero no encontraba su casa para poder estar con él.
Preguntó a los hombres y mujeres que encontró por el camino y le hablaron maravillas sobre Él. Pero de su casa, nada. Hasta que preguntó a un hombre que le respondió lo siguiente: — Si quieres encontrar su casa, vente conmigo y la descubrirás. Aquel hombre le llevó hasta una aldea cercana, donde el hambre amenazaba a todos sus habitantes. El hombre le dijo que se desprendiera de todo lo que tuviera de comer y de valor y lo compartiera con aquellas gentes. El joven, contrariado, le dijo: — ¿Y eso qué tiene que ver con encontrar a Dios? Si les doy todo lo que tengo me quedaré sin nada. Y aquel hombre le respondió: — Cuando tu corazón esté desapegado de todo, y no te importe quedarte sin nada, descubrirás dónde vive Dios. 
El joven comenzó a compartir todo lo que tenía con aquellos necesitados, y mientras lo hacía, comenzó a sentirse bien, más lleno que nunca. Empezó a entender por qué brincaban los animales o las flores lanzaban al viento su aroma: todos hablaban maravillas de Dios. 
La casa de Dios estaba dentro de su corazón. Lo que buscaba por fuera lo tenía dentro. Ahora se había creado el espacio suficiente para que Dios pudiera vivir en su interior. 
Tu Amigo, Daniel Espinoza ¡Consuela a mi Pueblo! Blog