Maestrolatría

Publicado el 16 septiembre 2011 por Cronicasbarbaras

En este conflicto entre los maestros más politizados y las autoridades autonómicas del PP el argumento más poderoso que se usa para que admiremos a quienes enseñan es que con frecuencia trabajan en su casa corrigiendo exámenes.

Es tal la adoración al maestro --creemos un neologismo, maestrolatría--, que alabamos ese gesto supuestamente heroico, lo que nos obliga a aplaudir toda iniciativa de un colectivo que, como todos, tiene buenos y malos profesionales, trabajadores y vagos.

El maestro o profesor es apreciado también porque evocamos el recuerdo de sus tiempos heroicos, cuando pasaba hambre, hace casi un siglo.

O lo admiramos porque solía oponerse a las derechas ricas y clericales, razón por la que muchos fueron fusilados durante la guerra civil en zona franquista.

Pero esa imagen ya no tiene relación con el presente. En el tardofranquismo los maestros gozaban ya del respeto general, recibían sueldos cada vez más dignos, y los curas solían ser más izquierdistas que ellos.

Ahora están mejor pagados que la mayoría de sus colegas de los 34 países de la OCDE, trabajan algo más, pero tienen más vacaciones, y sus alumnos, producto de la desgraciada LOGSE de Maravall-Solana-Rubalcaba, están entre los peores de esa organización.

Y algunos se aprovechan de la leyenda y el prestigio del pasado. Miles de liberados sindicales que no entregan su vida al trabajo, ni mucho menos a la humanidad.

Mientras el médico, por ejemplo, atiende enfermos mucho más de ocho horas de jornada diaria–el profesor 6,5--, y además estudia e investiga obsesivamente día y noche para curar mejor.

Igual que se esfuerzan los albañiles, los policías, los mecánicos, los marineros de altura o los pescadores de bajura, o todos los que frecuentemente pasan días sin dormir porque deben terminar un trabajo.

O los bomberos, los repartidores, los jardineros.

Los maestros son héroes. Pero como todos los demás, por lo que basta de adoración maestrólata.

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SALAS suele tocar distintas sinfonías que coinciden o no con el escrito del cronista.

 
 
 
 

Y la tira que sigue encajaría muy bien en la crónica de ayer "Alanceemos perros"