Esperemos que, con la primera detención de ayer se abran nuevas perspectivas y se aclare la dialéctica de los ataques y los puños americanos. La agresividad y la violencia, al desasirse de los valores tradicionales y de las virtudes cristianas, se han incrustado en el alma social y aflora por doquier; hoy aún son una excepción en España, pero pueden ir en aumento, si las organizaciones políticas no tratan de erradicar de raíz esas actitudes agresivas e intolerantes. Los sindicatos con Marcelino Camacho y N. Redondo se ganaron con su dignidad y honradez el respeto y el aplauso en la Transición; después, sin democratizarse y sin vivir de las cuotas de sus afiliados, se han hecho simples beneficiarios de ayudas y subvenciones insultantes y millonarias procedentes de dineros públicos, a lo que han unido las reprochables y negadas actuaciones de los piquetes; entre las prebendas de la actividad sindical está la del elevado número de los liberados cuya reducción es una exigencia imprescindible para la saludable economía de las arcas públicas.
Nosotros no podemos creer que los honrados socialistas y los correctos sindicalistas estén implicados en actos tan nefandos. La sociedad debe luchar contra el escepticismo y restablecer la sana credibilidad política e institucional mediante la limpieza en el obrar con justicia y verdad; es preciso insistir sin descanso en la erradicación de las formas y actitudes violentas, despectivas y fanáticas; los partidos políticos han de propugnar la concordia, el pacto y diálogo y eliminar las dinámicas de acoso que conducen a la inquina, la ofensiva y la vejación. Esperamos que pronto se aclaren los hechos brutales y se de con los culpables.
C. Mudarra