Mafia, una historia más, como resumen del año 2.011

Publicado el 02 enero 2012 por Romanas

Somos lo que nosotros mismos nos hacemos en una serie casi interminable de actos que van marcando para siempre lo que queremos ser y esto es quizá lo que Rilke quiso decir con aquello de que toda vida es vivida, toda existencia tiene su secreto.
Y esto es también lo que, si lo sabemos ver, da sentido, afortunadamente, a todo lo que hacemos.A mí, particularmente, me parecería horroroso, otra vez Rilke, refiriéndose a sus propios ángeles, ¿o son arcángeles?, que mi vida no hubiera tenido ningún sentido y, sin embargo, lo tiene.Dicen por ahí que, para que la vida de un hombre tenga sentido ha de engendrar un hijo, plantar un árbol y escribir un libro, yo, tal vez muy consciente de ello, he tenido 4 hijos, he plantado todos los árboles que he podido y los he cuidado y los cuido, y he escrito tantos libros que ahora no me puedo entretener contándolos.Hoy comienza, para mí, un año que muy bien pudiera ser el último, procede, pues, hacer una especie de aquel examen de conciencia cristiano, o una especie de balance mercantil, para ver qué cosas de las que he hecho han merecido la pena y cuáles otras debo de olvidar definitivamente.Neruda comenzó sus memorias escribiendo “confieso que he vivido”, parece como si él hubiera querido desmarcarse de todos esos de nosotros que no fuimos capaces de escribir un “canto general”, por eso yo prefiero a Rilke no sólo porque fue mejor poeta, indudablemente, sino porque también fue, quizá, mejor persona.Porque una persona es lo que hace, lo que hizo, lo que ha hecho. Nada más pero también nada menos y cada uno de nosotros, a lo largo de cada uno de nuestros largos días, ha escrito su pequeña gran odisea como ya nos demostrara el que despues de Homero, Shakespeare y Cervantes, es el mejor escritor que ha pisado la Tierra, James Joyce,con su maldito "Ulises".De modo que cada uno de nosotros, todos los días cuando pone sus pies en el suelo y comienza su diaria existencia es un pequeño gran héroe si lo sabe ver. Y ahí, estarán siempre Homero, Shakespeare, Cervantes, pero, sobre todo, Rilke y Joyce para demostrárnoslo.De manera, que yo que he escrito más de mil veces eso de que el hombre es un ser absolutamente despreciable, un auténtico hijo de puta, o, mejor, con el lenguaje de mi adorada y lejana infancia, una jodida mierda seca pinchada en un palo, en este apresurado examen de conciencia casi me doy un aprobado.Porque ha tenido muchísimo mérito sobrevivir a aquella inmensa canallada de Franco, cuando acabar cada día suponía un esfuerzo tal que deseabas morirte de una vez para no tener que afrontar, al siguiente, otro día igual, con aquella vida tan asquerosa en la que te veías obligado no sólo a prostituirte como fuera, sino a robar e incluso si hubiera sido posible matar para salir de aquel infierno en el que el generalito convirtió nuestras vidas.Si algo tuvieron de bueno aquellos años es que nos ofrecieron la posibilidad de aprender que no valemos nada, que sólo somos una especie de carroña camino de la tierra que la va a redimir y que será mejor cuanto antes lleguemos al final del camino, pero no lo aprendimos, si lo hubiéramos hecho tal vez el mundo se habría acabado hace ya mucho tiempo porque nada de lo que hacemos vale realmente la pena, y el Universo hubiera permanecido otra vez en paz. Pero no lo hemos hecho y ahora andamos detrás de inventar un artefacto capaz de acabar con todo y estoy seguro de que, al fin, lo haremos porque éste parece que es nuestro auténtico destino, no exento, pues, de cierta grandeza.Pero yo hoy quería hablar de mí, como si alguna vez hubiera hecho otra cosa.Soy un tipo rarísimo, ya lo he dicho mil veces, no tengo ni los busco muchos amigos porque no estoy dispuesto a cambalachear, tan raro soy que todavía no comprendo cómo he podido llegar hasta aquí porque soy una máquina perfecta de crearme enemigos y así es muy difícil sobrevivir.Adonde voy, si llego, acaban haciéndome una especie de vacío sólo porque digo siempre la verdad y eso parece que no es de recibo.Como estamos aquí, en este mundo que todos se empeñan en llamar virtual, hablemos virtualmente.Llegué a Intenet por la más perfecta de las casualidades, lo he dicho muchas veces: soy un puñado de prejuicios, me guío por una especie de instinto que me domina absolutamente. Parezco un racionalista con patas pero soy todo lo contrario. La razón, para mí, sólo es uno más entre los instrumentos de los que me valgo para andar por aquí, pero por lo que realmente me guío, me valgo y creo que sobrevivo es por el instinto, por una especie de intuición que me dice por dónde y cómo debo de ir y parece que no acierta mucho puesto que no he llegado demasiado lejos. Pero quizá el fracaso sea, como ahora nos enseñan esos filósofos italianos que defienden la debilidad del pensamiento, el único triunfo que está a nuestro alcance.El hecho es que yo llegué a aquí, a internet, de rebote porque soy un empedernido lector, lo leo todo, incluso los periódicos y eso que pienso, estoy seguro, de que sólo son la más perfecta de las fuentes de intoxicación intelectual. Andaba yo inmensamente aburrido por las páginas de Públco, cuando mis ojos se encontraron con "Fuego amigo", una especie de chat que pretendía ser un blog.Todavía no comprendo muy bien qué es lo que me atrajo de aquel panfleto. Seguro que no fue la impostada pretensión intelectual de su escuálido creador que por no tener no tenía nada. Supongo que fue una especie de ajada frescura, por allí andaban buscando algo en que apoyarse una serie de personajes en busca de autor y ellos, simples, creyeron que lo habían encontrado.Había de todo, como en la rebotica, gente medianamente honrada y desesperada de la vida que buscsaba afanosamente algo cuasi sólido en lo que apoyarse, gente a la que Saroyan no habría dudado ni un momento en llamar hermosa, pero también, y éstos fueron los absolutamente decisivos en el triste destino de aquel grupo, individuos irremediablemente resabiados, que estaban y están de vuelta de toda empresa que realmente valga la pena. Yo, a éstos, los llamé, creo que con acierto, los monederos falsos, dándole por supuesto, las gracias a Gide.Son lo que ahora abunda tanto, casi no hay otra cosa, gente que no halla otra manera de justificarse ante sí mismos que intentar agrandarse empequeñeciendo a los otros. O sea, gente con ínfulas, no se sabe bien de qué, pero con ínfulas. Gente que, habiendo buscado cuidadosamente, en la guardarropía de este asqueroso teatro que es el mundo, no encontró otro disfraz mejor que el de progresista.Es una máscara fácil de llevar. Al fin y al cabo, se trata de lo más común de la naturaleza humana: ser buena gente, honrada gente, gente con principios, dispuesta como sea a ayudar a los otros,amante de la verdad y de la justicia, en resumen,gente como se debe de ser.Pero resulta que ser esto es lo más dif́cil del mundo porque contraría el afán egoísta que anida en lo más profundo de nuestra naturaleza.Y, además, resulta también que la cabra siempre tirará al monte de modo que el que no sienta realmente el espíritu genuino de la solidaridad universal reaccionará siempre en contra de lo que de socialcomunista se pretenda en el mundo.De modo que todos estos fantasmones tocados con la vestimenta apócrifa del peor de los rojeríos sólo hacía el ridículo, un ridiculo que como el de Belén Esteban y Cristiano Ronaldo tenía muchos seguidores porque, como dijo Lope “y pues lo quiere el vulgo es justo hablarle en necio para darle gusto”, gozaron algún tiempo de ese falso esplendor que anuncia el declive definitivo.Porque la gente sin verdadero talento más tarde o más temprano acaba por hacerla, y estos desatentados elementos creyeron que todo el monte es orégano y traspasaron los límites no ya de la decencia sino del mal gusto y esto era algo que un diario que aspira a la mayor cantidad de lectores no se puede permitir.Y desparecieron por el sumidero no de la historia sino de la pornografía documental: realmente no merecían otra cosa. Lo siento porque, entre ellos, los hay a quienes aprecio, apreciaré siempre mucho porque son buena gente, gente excelente que no merecía un final así.