Concierto que nos dejó huella con un repertorio calificado en cierto modo de "heróico" como escribe en las notas al programa Asier Vallejo Ugarte (enlazadas en los nombres de los compositores) lo que siempre se agradece, en especial cuando confluyen un conductor serio, riguroso, y una solista joven e impactante que debutaba en España sustituyendo a otro joven prodigio como Kristóf Baráti, aunque creo que todos ganamos con el cambio por esta alemana de origen coreano que es Suyoen Kim, 24 años pero con una trayectoria que ha unido esa técnica oriental con el vigor germano bien tamizado por la escuela rusa. Mis queridos daneses la bautizaron hace nueve años en el diario Jyllands-Posten (el de las caricaturas de Mahoma) como "nueva estrella mundial", y no se equivocaron.
lograron la magia (siempre en lucha herórica con un ejército de toses sincopadas que va en aumento) desde el primer instante, incisivo, potente, sinfónico, y la aparición del violín de Suyoen Kim auténtica seda, musicalidad en cada arco, en cada trino, dobles cuerdas imposibles y una cadencia impactante. El Larghetto resultó cautivador, nuevamente mágico en intimidad compartida por solista y orquesta con el maestro atento a todos los detalles, sin perder nunca la vista en la protagonista, incluyendo el arranque seguro del Rondó: Allegro, enérgico, dinámico, con el tempo giusto y humorístico... rigor y vigor que apuntaba como primeros calificativos al finalizar el concierto. Magia orquestal donde tengo que destacar el dúo del violín con Mascarell en la línea de empaste y musicalidad de esta maravilla concertística, y el fraseo con los cellos realmente de filigrana sonora bien llevado por Varga.
Me perderé la vuelta de Milanov con un programa "Diaghilev" que me llama, pero en la Ópera del Campoamor Beatriz Díaz como Liù ejerce un magnetismo único... aunque Santander está cerca para un sábado de un noviembre cargadísimo.