Luis (Luis Bermejo) es el padre de una niña llamada Alicia (Lucía Pollán), que tiene un pie en la tumba por culpa de la leucemia. Lo único que le importa a Luis es ver cumplido el sueño de su hija de tener el vestido de su personaje de anime favorito, Magical Girl, y esto le llevará a desarrollar una oscura relación con Bárbara (Bárbara Lennie), una joven a la que conoce por casualidad, que está a partes iguales buenísima y como un auténtico cencerro.
El director utiliza sobre todo a los personajes y sus respectivas maneras de enfrentarse a situaciones desesperadas para enganchar al espectador, y la verdad es que lo consigue muy bien. La película empieza siendo relativamente ligera y a ratos hasta graciosa, y va evolucionando hasta que aquello ya no puede ser más turbio. Yo llegué a tener mis cosas en la mano para levantarme y marcharme de la sala, porque la impresión general era de que se iban a ver en pantalla todo tipo de barbaridades, y yo esas cosas las llevo fatal. Afortunadamente, tal y como dijo Vermut en la rueda de prensa, cuando tiene dudas sobre si enseñar algo o no enseñarlo, prefiere no hacerlo y dejar que el espectador se imagine lo que pasa. Y la vida da, porque el contenido de algunas de esas escenas inexistentes habría sido muy -muy muy- chungo.
La fotografía y el estilo en general son elegantes, en parte gracias a eso de no dar toda la información; aunque para mi gusto faltan demasiados datos, especialmente en la misteriosa relación que mantiene Bárbara con un antiguo profesor suyo (José Sacristán), de la cual no explican nada de nada. El director dice que lo ha hecho adrede, así que habrá que aguantarse.