Magnicidio en directo

Publicado el 31 mayo 2017 por Pepecahiers
Para ser más exactos, un intento frustrado. El 30 de marzo de 1981 Ronald Reagan, que llevaba 69 días en el cargo de presidente de los Estados Unidos, era víctima de un atentado a la salida del Hotel Hilton de Washington D.C. Al principio, la confusión y el caos se adueñaron de aquellos momentos, en los que las cámaras de televisión nos llevaban a cada uno de nosotros, servidas en bandeja, unas imagénes que por unos momentos impactaron al mundo.Las especulaciones corrieron como ríos desbocados que inequívocamente iban a parar a una misma conclusión, el crimen era a buen seguro la culminación de un plan diabólico por parte de agentes comunistas. Seguramente el KGB andaba tras los pasos de semejante crimen. Reagan  tenía intención de apretarle las cuerdas al por entonces premier soviético Leonid Brézhnev, iniciando una carrera armamentística que pusiera al límite el castillo de naipes del bloque comunista. Aún no había llegado al Kremlin Mijaíl Gorbachov, y quedarían otros dos huesos de la vieja guardia difíciles de roer, Yuri Andrópov y  Konstantín Chernenko, que apenas pudieron completar tres años de gobierno. Fueron tiempos complicados para la Unión Soviética a la que no le duraban demasiado sus líderes. Hubo varios heridos y Reagan sufrió un disparo que le perforó un pulmón. Dicen que apenas lo notó, pensó que había sufrido alguna fractura en las costillas debido a los empujones de los hombres que custodiaban su seguridad. A pesar de que la bala quedó alojada a 2,5 centímetros del corazón, Reagan fue operado con éxito. El agente que ocupa el primer plano de la foto que abre la entrada, con una Uzi entre sus manos, es Robert Wanko y en su expresión se puede adivinar el momento de máxima tensión que tuvo lugar a las 14:30 de aquel lunes de principios de los ochenta.Sin embargo, los aficionados de las conspiraciones quedaron desencantados, cuando se conoció que el autor del atentado, que llegó a efectuar 6 disparos,  era John Hinckley, cuyas motivaciones no eran otras que impresionar a la actriz Jodie Foster, de la que estaba obsesionado hasta la médula. Le fascinaba la película "Taxi Driver", donde la actriz interpretaba a una prostituta de 12 años y el personaje de Robert de Niro intentaba asesinar a un Senador de los Estados Unidos. Inspirado en su obsesión, y después de acosar con cartas y notas a Jodie Foster, fijó su blanco en el por entonces presidente Jimmy Carter, pero su acto final de locura estableció como objetivo final a Ronald Reagan. Hinckley, detenido en el acto, fue declarado no culpable por motivos psicológicos, con un diagnóstico de psicosis aguda, depresión mayor y trastorno narcisista de la personalidad,  permaneciendo internando en una institución psiquiátrica hasta agosto de 2016, en el que a la edad de 61 años quedó en libertad al no ser considerado ya una amenaza. Los años 80 fueron difíciles para la política internacional, quizá no tanto como a finales de de los 40 en el bloqueo de Berlín o la conocida crisis de los misiles cubanos en 1962, pero es más que evidente que el pulso entre EE UU y la Unión Soviética fue en aquellos años determinante. Se intuía que la carrera nuclear pondría en jaque a la precaria economía del Telón de Acero, que comenzó a desmoronarse a finales de la década. Tras años de guerra fría, en la que la espada de Damocles nuclear, se cernía peligrosamente sobre nuestras cabezas, el hundimiento del bloque soviético puso punto final a la guerra fría. Una guerra fría que amenazaba con la destrucción de la civilización, pero que, por el mismo motivo, mantuvo a raya una hipotética y definitiva Tercera Guerra Mundial. Hinckley fue un protagonista inesperado en aquellos agitados momentos, en los que estaba por venir una nueva era que prometía paz. Pero, los tiempos demuestran que siempre existirá un arma sobre las sienes del planeta, quizás porque, en el fondo, somos seres a los que es imposible apaciguar en su totalidad.