Nuestra estimadísima compañera Maielis González vuelve a la escena literaria, esta vez de la mano de la editorial Cazador, con una novela corta del género space opera; un trabajo escueto pero profundamente evocador y que se esfuerza por hacer preguntas incómodas de formular y difíciles de responder acerca de la libertad, la paz, la bondad y las complejas relaciones entre ellas.
Si eres de aquellas personas que gustan de adentrarse en las historias a ciegas y lo que he dicho hasta ahora te ha atraído, sé que puede parecer precipitado a estas alturas de la reseña, pero te invito a que vayas y leas De rebaños o de pastores ya mismo. González no necesita largos párrafos expositivos para mostrar el mundo que ha creado, sino que deja que se vaya asomando en los recovecos de la narración de su protagonista, Shomer. Es por esto que es difícil dar más detalles acerca de la trama y la temática sin adentrarme hasta al menos la mitad del libro, así que continúa leyendo solo si quieres saber más detalles.
No soy un perro, soy un herder
Las intenciones de los iliitas son difíciles de adivinar, pero todo parece apuntar a que crearon a los herders como unos futuros anfitriones más pacíficos, serviles y complacientes; para ello tomaron perros y los modificaron para aumentar su inteligencia, dotarlos de una capacidad de comunicación extraverbal -una suerte de telepatía- y patas delanteras con manos de pulgares oponibles. Tras escapar de la Colonia Epifanía con la ayuda de uno de sus carceleros humanos, Shomer decide forjarse su propio destino fuera de la Tierra, primero trabajando como estibador en la Luna, y posteriormente aceptando trabajos de cada vez más dudosa moralidad en una galaxia en la que hay relaciones de esclavismo entre especies inteligentes venidas de diferentes mundos.
El guardián de mi hermano
El título de la novela, De rebaños o de pastores, no es casual ni pretende solo juguetear con la imagen de su protagonista como un perro pastor. Se plantea muy seriamente hasta qué punto podemos o debemos dejarnos guiar por aquellos que nos prometen una paz eterna o un mundo mejor, para después darse la vuelta y cometer atrocidades contra aquellos que perciben como interponiéndose en su camino. ¿Qué valor tiene la paz si su precio es la dignidad y la libertad (negativa, como ausencia de coacción, no ya esta que se opone a cualquier comunitarismo porque no le permite a uno hacer lo que le dé la gana) de aquellos que se supone que la van a disfrutar?
Estaba a punto de renunciar cuando te encontré a ti, Shomer. Al momento te supe distinto..., especial. Eras justo lo que necesitaba. Funcionarías mucho mejor que aquella tecnología chapucera que mi hermano había creado. Porque tú mismo eres una tecnología pensada para ese fin. -La humana acercó su mano a mi nariz, como había hecho en las barracas-: Quédate conmigo, Shomer, y juntos cambiaremos las cosas. Pero cambiarlas de verdad. Recuerda que naciste con una misión que cumplir.
En su aspecto técnico, la novela es un soberbio trabajo de precisión al que no le falta ni le sobra nada; se nutre de los grandes clásicos de la ciencia ficción dura, con ecos de Robert A. Heinlein o un Vernor Vinge que hubiese perdido la fe en la humanidad, pero González le añade su propia perspectiva política. Se trata de una historia con escenas tristes, desagradables y a veces crueles, pero que en ningún caso busca escandalizar o hacer sufrir al lector de forma gratuita, sino reflexionar acerca de las herramientas de las que disponemos para cambiar el mundo y los dilemas a los que nos enfrentamos.
Por último, me gustaría destacar lo cuidado de la edición de De rebaños o de pastores, tanto en papel como en digital, y las exuberantes ilustraciones a todo color de Duchy Man Valderá que acompañan a cada capítulo.
En conclusión, nos encontramos ante una novela breve magnífica que no puedo dejar de recomendar a quienes disfruten de la space opera más oscura y política.