Malas ideas

Por David Porcel

Como educadores nos esforzamos en transmitir a nuestros alumnos ideas con las que tender puentes y construir juntos nuevas y más enriquecedoras ideas. La cultura, sin duda, es edificante y edificadora. Sin embargo, hay también ideas que destruyen, que matan; ideas orientadas a la dinamización de la diversidad y pluralidad de lo existente y la aniquilación de la diferencia. Reconocer este lado sombrío de la cultura, inseparable de aquel otro, y entender que el bien y el conocimiento no tienen por qué ir necesariamente de la mano, es un primer paso para practicar políticas y planes formadores que consciencien y prevengan a nuestras futuras generaciones de estas malas ideas. Hay que enseñar a construir, pero también a entender por qué es bueno que aprendamos sólo a construir: "Frente a quienes ven la cultura como un componente decorativo de nuestra vida cotidiana, toca constatar que casi todo lo importante que ocurre a nuestro alrededor es propiamente cultura, hasta aquello que nos conduce a la destrucción de la naturaleza. Se lucha y se mata por cultura: la mayor parte de los conflictos violentos que desgarran nuestro mundo tienen una base cultural, étnica, religiosa, de legados coloniales o memoria de agravios históricos. Ni el Brexit ni la victoria de Donald Trump se explican sin tener en cuenta que tanto los populismos como los nacionalismos responden a dinámicas culturales. Las tensiones identitarias, los flujos migratorios, los choques raciales, intergeneracionales y de género que agitan nuestras sociedades son manifestaciones de factores culturales. Aunque no lo parezca, es imposible separar el rostro hostil de la cultura de su faceta benévola y edificante y de su vinculación con las más elevadas actividades humanas." (Como el aire que respiramos, Antonio Monegal)