Un canto fisura la osamenta de la noche,
los acordes preludian cultos de zozobra en la magia de los asombros al relente.
El viento trae sus olores de marismas y silba sollozos de viejos espantos.
No hay dudas, en noches así,alguien muere de un tajo alevoso
por causa de las exigencias ambarinasque pululan en los caminos a la costa,donde los güijes regalan sus cuchillos.
El jadeo terminable de otra fe
confunde las perspectivas,
mientras la intelección habla de zorros y la barbarie flagela con su estrépito,de mísera inclemencia,
el encono de los hombres dados al bien.
Pichy