UN CLARO EJEMPLO DE LO QUE NOSE DEBE HACER EN RESTAURACIÓN En una charla intrascendente, comentaba un amigo lo mal que le sientacuando al revisar la cuenta de un restaurante, comprueba que le han cobrado y desglosadohasta los panecillos que han consumido. Surgió el tema por casualidad y tras unpequeño debate, se llegó a un consenso en el que quedaba claro que comoclientes, somos conscientes de que tienen que cobrar todo lo que te pongan (unrestaurante es un negocio, no una ONG), pero que hay maneras de quedar bien conel comensal sin que éste tenga la sensación de que está cambiando el aceite alcoche en un concesionario oficial, de esos que detallan y cobran por separadohasta la arandela del tapón, con su IVA aparte y con el minuto y medio de manode obra que se emplea en apretarla. La restauración es un arte humano y social enfocadoa hacer disfrutar y como en todos los oficios, hay virtuosos que dominan latécnica de hacer sentir a gusto al cliente desde que entra por la puerta hastaque se despide, a ser posible con una sonrisa que viene a decir: “Volverécuando tenga ocasión”. Más vale cobrar un euro más en cada plato y hacer comoque regalas el pan, una botella de agua y nimiedades por el estilo. En la misma conversación expuse un sucedido mucho más sangrante: Creíarecordar que en un restaurante me cobraron dos platillos de almendras quepusieron en la mesa a modo de picoteo -sin que nadie las pidiera- mientrasesperábamos los entrantes. Uno de los contertulios puso en duda mi versión, yaque según él, sería el colmo de la desfachatez cobrarte algo que ni siquierahas pedido y que se suele ofrecer a modo de detalle de la casa (más bien elviejo truco del tabernero de ponerte almendras fritas rebozadas en sal para queconsumas más bebida). Como no tenía pruebas me callé y lo dejé estar, aunquepor dentro seguí dándole vueltas, pues estaba casi seguro yno me suele fallar la memoria. Hace unasemana, al buscar la tarjeta de un restaurante, decidí vaciar el tarjetero y repasarloa modo de recordatorio de experiencias pasadas.
UN CLARO EJEMPLO DE LO QUE NOSE DEBE HACER EN RESTAURACIÓN En una charla intrascendente, comentaba un amigo lo mal que le sientacuando al revisar la cuenta de un restaurante, comprueba que le han cobrado y desglosadohasta los panecillos que han consumido. Surgió el tema por casualidad y tras unpequeño debate, se llegó a un consenso en el que quedaba claro que comoclientes, somos conscientes de que tienen que cobrar todo lo que te pongan (unrestaurante es un negocio, no una ONG), pero que hay maneras de quedar bien conel comensal sin que éste tenga la sensación de que está cambiando el aceite alcoche en un concesionario oficial, de esos que detallan y cobran por separadohasta la arandela del tapón, con su IVA aparte y con el minuto y medio de manode obra que se emplea en apretarla. La restauración es un arte humano y social enfocadoa hacer disfrutar y como en todos los oficios, hay virtuosos que dominan latécnica de hacer sentir a gusto al cliente desde que entra por la puerta hastaque se despide, a ser posible con una sonrisa que viene a decir: “Volverécuando tenga ocasión”. Más vale cobrar un euro más en cada plato y hacer comoque regalas el pan, una botella de agua y nimiedades por el estilo. En la misma conversación expuse un sucedido mucho más sangrante: Creíarecordar que en un restaurante me cobraron dos platillos de almendras quepusieron en la mesa a modo de picoteo -sin que nadie las pidiera- mientrasesperábamos los entrantes. Uno de los contertulios puso en duda mi versión, yaque según él, sería el colmo de la desfachatez cobrarte algo que ni siquierahas pedido y que se suele ofrecer a modo de detalle de la casa (más bien elviejo truco del tabernero de ponerte almendras fritas rebozadas en sal para queconsumas más bebida). Como no tenía pruebas me callé y lo dejé estar, aunquepor dentro seguí dándole vueltas, pues estaba casi seguro yno me suele fallar la memoria. Hace unasemana, al buscar la tarjeta de un restaurante, decidí vaciar el tarjetero y repasarloa modo de recordatorio de experiencias pasadas.