Dignidad. Una palabra inmensa y llena de bocas que presumen de ella y de pocas acciones, donde muchas veces carecen de la misma. ¿Qué significado tiene para la raza humana esta colosal palabra?
¿El ser humano es digno ya de por sí? ¿Nacemos con dignidad o te lo inculcan como valores en el aprendizaje desde tu infancia?
¿Y si es asi, por qué no todos la tienen? ¿O por qué presumen de ser dignos cuando carecen de esta facultad tan necesaria para la humanalidad?
Creo sinceramente, que la mayor acción de dignidad hacia los demás, es ser dignos con nosotros mismos. ¿Por qué vendemos algo que no somos? ¿Aparentar? ¿Buscar la aprobación de los demás? No creo que eso sea digno en nuestra especie y ya de aquí, obtenemos una de las respuestas: La dignidad o falta de ella, es un estado mental, tejido por una “incultura” y frascos de perfume a azufre religiosos, como la mayoría de cosas que creemos ser y no somos; de valores simplemente añadidos y no construidos en una verdad sagrada. No nacemos así ¿o sí?
No nacemos así, con ese estado mental, igual que no nacemos siendo tímidos, ni con miedos, ni etiquetados; como si de algo material se construyera en nuestro corazón, nuestra alma y nuestra supra-consciencia.
Pero también creo que ya existe, reside en nosotros dignidad con nosotros mismos y con los demás seres vivos. Dignidad suficiente para respetarse a uno mismo y respetar a los demás. Nace del alma, la dignidad pura e inherente. Igual que la compasión, el hambre, la sed, el sexo…
¿Qué es lo bueno y lo malo? ¿Quién marca las líneas entre lo digno e indigno? ¿Hay alguien capaz de señalar con el dedo, con la potestad moral de juzgar?
Por supuesto que no. Igual que no todas las leyes justicieras son eficaces y en muchas ocasiones, nada justas o injustas en su medida y ejecución.
Hay tantos parámetros que desconocemos… Desde su raíz y hacia dónde nos encamina. No puedes estar luchando contra lo natural, pero si que debemos hacer constantemente un examen de conciencia. Un análisis interior. Desgranar lo digno de nosotros y lo indigno, de nosotros también. De dónde provienen nuestras buenas y malas acciones; en definitiva, conocernos más y mejor. Sin velos. Sin disfraces.
Parece obvio, pero muy pocos se conocen a si mismos, o sus propios juicios y análisis son erróneos; ya que se basan en estados mentales, en el ego y no en la verdadera y pura esencia.
La dignidad empieza dentro de ti. Y de mi. Y de todas y cada una de las almas de esta vida.
Abre la llave del cielo interior que llevas; allí es posible que encontremos las respuestas a lo indigno. Y a la maldita dignidad.
Un abrazo,