Maldita herencia

Publicado el 18 octubre 2016 por María Bertoni
La ficción de Mazurek desembarcará el jueves en salas de Ciudad y Provincia de Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Santa Fe.

Para probable frustración de los buscadores de verdades ocultas, Ecuación desembarca en la cartelera porteña pasado mañana, y no algún día de 2017. Si hubiera sido al revés, los amantes de la numerología seguro habrían señalado la arista esotérica de la impronta que la película de Sergio Mazurek parece haber heredado del film Corazón satánico y de la miniserie El garante.

El largometraje de Alan Parker se presentó en distintos países en 1987, y la propuesta televisiva de Sebastián Borensztein se emitió por nuestro Canal 9 en 1997. El estreno de Ecuación en 2016 rompe la ilusión de periodicidad cabalística, pero no la sensación de déjà vu atribuible a los hitos que esas dos ficciones representan para algunos espectadores sensibles a las fábulas que ambientan el duelo entre Dios y el Diablo, Dios y el Mal y/o Dios y la Muerte en nuestro presente terrenal.

Como sus predecesoras, la película de Mazurek también reedita la vieja fórmula del cazador cazado. Como el Harry Angel a cargo de Mickey Rourke y el Martín Mondragón que compuso Leonardo Sbaraglia, el Hermes Vanth que encarna Carlos Echevarría transita un insospechado camino de autodescubrimiento donde nada -o muy poco- es lo que parece. Como William Hjortsberg y Borensztein, el guionista Guillermo Barrantes recurre al formato circular para contar una tragedia sin fin.

Internet alberga al menos uno, dos testimonios sobre los fantasmas que al parecer deambulan por el Hospital Rivadavia de la Ciudad de Buenos Aires. Los coleccionistas de mitos urbanos argentinos celebrarán que gran parte de la acción de Ecuación transcurra en ese nosocomio.