Maldito seas por la incertidumbre que generas, por la inseguridad que introduces en España, por los daños que tu política causa en la convivencia y en la paz, por inundar nuestras calles de delincuentes, por destinar nuestro dinero a lo que los ciudadanos no desean, por tu amistad con los que odian a España, por abandonar a su suerte a los mejores catalanes, por anteponer tus intereses al bien común, por conducir al socialismo hacia la depredación, por asesinar la ilusión y la esperanza, por haberte convertido en un peligro para España y por hacer que millones de españoles empecemos a dudar de la democracia y odiemos la política y a los políticos.
Cobras impuestos abusivos, despilfarras, eres arbitrario, no tienes misericordia, estás obsesionado por el poder, te rodeas de personas a las que empeoras, engañas a todo el que te escucha, te contradices, incumples lo que prometes, maniobras en la oscuridad, has convertido la verdad en un lujo, eres falso, fatuo y presumido, te crees más inteligente que el resto y te exhibes sin pudor, a pesar de que eres cualquier cosa menos un ejemplo. Compras voluntades, perviertes todo lo que tocas, domesticas medios de comunicación a cambio del dinero público, negocias en la trastienda y haces concesiones inconfesables, eres opaco, agredes la democracia, empujas el vicio, asesinas los valores y ensalzas y elevas a los malvados, mientras aplastas la bondad y el bien común.
Contigo toman cuerpo la mentira, la traición y el abuso de poder, mientras conviertes el liderazgo en un peligro mortal y promueves vicios y bajezas. Mira a tu alrededor y contemplarás a una España cada día más débil y menos respetada en el mundo, asustada, avergonzada de ti y de los tuyos, con miedo al futuro, impotente para acabar contigo y con los males que portas.
Soy consciente de que no son estos días propicios para maldiciones, sino para el amor de la Navidad y la apuesta por el bien, pero hay veces (y ésta es una) en la que el bien solo se abre camino cuando se lucha contra el mal y se elimina la vileza.
La mía no es la "maldición de los muertos", como la que te lanzó la familia de Franco cuando lo desenterraste; la mía es la "maldición de los vivos", la que lanzamos los que odiamos el mal gratuito, idéntica a la que los pueblos han lanzado en el pasado sobre las brujas y los monstruos que propagaban el mal.
España es una nación hermosa que merece ser gobernada con bondad y acierto y que no merece tener en el timón una alimaña. Es cierto que te han votado, pero no es menos cierto que los malos políticos y los malvados que se atrincheran en el Estado lleváis décadas impulsando la incultura, adoctrinando en el mal, promoviendo la envidia y el odio, desuniendo, sembrando la revancha y envileciendo al pueblo para que a la hora de votar vote a personas como tú, una especie política que no tendría futuro ni oportunidad alguna en otros pueblos y naciones menos dañadas y maltrechas que la pobre España, a la que habéis convertido en una pocilga de corrupción y abuso.
Sólo quiero que mi maldición te haga cambiar, pero si te niegas a rectificar y a amar a España en lugar de odiarla y a luchar por el bien en lugar de propagar el mal, te deseo que seas incompatible con la política y que el cielo te inhabilite para gobernar, ya que no lo hace la Justicia española, también manipulada y poco edificante.
Francisco Rubiales