Maldito verano

Por Paula Castro @PaulaCupcakes

"Este va a ser un verano atípico". Si me hubieran pagado por cada vez que he escuchado esa frase...
Y es verdad, pero no es ningún consuelo. Este mismo año os conté lo difícil que es vivir con ansiedad y dejadme deciros que una pandemia mundial no mejora las cosas. Aunque mi confinamiento fue bastante bien, como ya conté en un post sobre el tema, lo duro empezó después. Más concretamente en verano.
Al estar todos encerrados en casa y bajo las mismas condiciones, uno lo lleva bien porque no se siente solo. Sabes que todos a tu alrededor están sufriendo lo mismo que tú. Pero cuando eso terminó y la desescalada llegó a la "nueva normalidad", todo se descontroló y la gente volvió a su vida de siempre ignorando el virus por completo.

Muchos empezamos a trabajar para paliar los meses de parón anteriores y muchos tomamos, además, la decisión de movernos lo menos posible. Pero fuimos menos de lo esperado, visto lo visto. Yo no he parado de ver a gente que está pasando el verano de su vida, viajando más que de costumbre y quedando con un montón de personas.
Y yo me repito constantemente: haces bien, no te castigues, no es el momento. Pero no puedo evitar sentirme mal cuando miro a mi alrededor. Yo también quiero viajar y hacer un montón de planes, pero no puedo. La ansiedad me come por dentro solo de pensar que sigo en el mismo sitio desde hace meses y temiendo que lo que nos espere sea aún peor.
Todo esto tiene el mensaje claro de: verano de mierda. Y sí, lo digo así, sin tapujos y sin maquillaje. Este es uno de los peores veranos que recuerdo desde el año 2010. Es decir, ¡desde hace una década! Recuerdo que ese verano fue de los peores porque justo acababa de terminar el instituto y no me habían admitido en la facultad que yo quería y no sabía qué iba a ser de mi vida. Y me dejó mi primer novio serio, para más inri.
Para mí, odiar un verano es sencillo. Es como un catálogo constante de todo lo que no puedes hacer y el mundo te dice que deberías estar haciendo. Salen esos anuncios de cerveza en los que la gente vive veranos espectaculares, salen películas en las que los protagonistas se enamoran... Y nosotros aquí. Haciendo exactamente lo mismo que durante el resto del año pero queriendo morirnos del calor.
¿Y por qué os estoy contando esto? Pues en parte como un desahogo personal y en parte para desengañar. Intento mantener unas RRSS bonitas con contenido inspirador y estético, pero eso no significa que mi vida sea todo perfección y felicidad. Vamos, para nada. Y aquí podéis comprobar que detrás de un vídeo cuqui de Reels hay una cara de auténtico asco tirada en el sofá con Netflix en bucle.
Porque sí, una de las cosas que hace que mi ansiedad toque techo es, precisamente, el escaparate de las redes sociales. Este año, por lo visto, parece que todos en Instagram tienen un barco. ¡¿De dónde sacáis el maldito barco?!
Anyway, la cuestión es que este verano (de mierda) me está tocando pararme muchas veces a respirar profundo y repetirme que no es un verano normal, que lo estoy haciendo bien, que no debo dejarme llevar por las cosas que los demás muestran, que baje mis expectativas y que relativice. Pronto se acabará esta tortura y llegará el otoño salvador que todo lo cura.
Este post no tiene ningún tipo de moraleja, por cierto.