Muchos de los actuales problemas de España se los debemos a Zapatero. El agravamiento del conflicto de Gibraltar y el auge del independentismo catalán son dos de ellos. Él fue uno de esos gobernantes miserables que jalonan la Historia de España y que, para desgracia de los españoles, aparecen cada uno o dos siglos. Para encontrar a especímenes tan dañinos como Zapatero habría que remontarse hasta Fernando VII, otro energúmeno que causó a España estragos que todavía persisten.
Algunos de los daños de Zapatero fueron producto de su estupidez política o de su bajeza intelectual y moral, pero otros fueron puros delitos, aunque quizás no tipificados, pero no por eso dignos de ser castigados. Entre los mas sucios e indecentes destacan aquella promesa que hizo a los catalanes de que aprobaría todo lo que aprobara el Parlamento de Cataluña y el trato irracional proporcionado a Gibraltar, colocando a los piratas del Peñón en el mismo nivel de interlocución que España y Gran Bretaña. Uno y otro son delitos que probablemente rozan la traición y la colaboración con los enemigos de España, con nacionalistas extremos y con llanitos parásitos adscritos a la piratería y al expolio. En Estados Unidos hubieran sido juzgados como traición y castigados con cadena perpetua o muerte, según el Estado en que se celebrase el juicio. Otros delitos que le convierten en todo un drama para la nación española fueron su afición a mentir desde el Estado, su desprecio a la opinión ciudadana y su fácil y cobarde convivencia con la corrupción. Su persistencia en negar la existencia de la crisis fue solo una consecuencia de su estupidez supina, pero sus engaños sobre ETA y la compra de votos nacionalistas con dinero público fueron delitos políticos que rozan la canallada.
Pero el verdadero drama de España no es Zapatero, al que debe considerarse como un maldito accidente de la Historia, que de vez en cuando nos ofrece personajes como Bellido Dolfos, Fernando VII, Artur Mas y el mismo Zapatero, sino Mariano Rajoy, un tipejo que se encaramó al poder mostrando un falso rostro de reformador drástico, contrario a todo lo que Zapatero representaba, y cuando accedió al poder engañó a sus votantes condecorando al mequetrefe, ayudando a su corte de pendejos para que ocuparan puestos de alta remoneración y prestigio en las instituciones y foros mundiales (Moranitos, Bernardino León, Bibiana Aido, Magdalena Álvarez...) y practicando una política tan semejante a la de Zapatero que muchos le consideran solo un discípulo del inepto político de León.
Otros dramas de España como el divorcio entre políticos y ciudadanos, el desprestigio de la clase política, la inmoralidad colectiva, el afianzamiento de la corrupción, el auge de la mentira, la caida de los valores y la pésima calidad de la clase política tienen mucho que ver con Zapatero y su terrible política.
El verdadero drama de España somos los españoles, tan cobardes, estúpidos y permisivos que hemos elegido a un mequetrefe para que sustituya a un inepto y consagre como política de Estado la mentira, la corrupción y el abuso de poder. Zaptero es un tributo a la terrible Historia, pero Rajoy es una imbecilidad colectiva de España, un país que ha perdido la honra y la decencia elevando hasta el poder a una casta política que destaca entre las peores del mundo, que ha llevado al país hacia la ruina y la pobreza, que ha liquidado cientos de miles de empresas, que está acabando con la esperanza, la prosperidad y la sonrisa de los españoles y que está construyendo un Estado injusto, una sociedad desequilibrada y una Justicia de vómito, donde los saqueadores de las cajas de ahorro y los estafadores de las preferentes siguen en sus hogares, enriquecidos, sin devolver lo robado y sin rendir cuentas ante la Justicia.
Rajoy habría tenido que dimitir en nueve de cada diez países democráticos de la Tierra, pero en España puede permitirse el lujo de seguir mandando, por culpa de una sociedad pobrada por cobardes que han olvidado el honor y la decencia frente a una clase política a la que se le permite la caza y el expolio.
La regeneración de España, por culpa de personajes tan mezquinos y baratos como Zapatero y Rajoy, es de una urgencia extrema, pero el país está tan enfermo que ya no es suficiente con regenerar su podrida clase política, sino que requiere un profundo cambio en su sistema político, en su justicia y hasta en su forma de entender la vida en común. Hay que rescatar los valores, establecer castigos para los delincuentes sin honra que se han atrincherado en los partidos y eliminar lacras como la impunidad de los poderosos, la financiación con el dinero de los impuestos de partidos y sindicatos y la afición a aprovecharse del poder, cobrar impuestos injustos y a robar que invade el sector público y parte de la sociedad civil española, contaminada por una clase política masivamente infectada.